jueves, 23 de diciembre de 2010

Prólogo Serenata Cafiola - Pedro Lemebel



Podría escribir clarito, podría escribir sin tantos recovecos, sin tanto remolino inútil. Podría escribir casi telegráfico para la globa y para la homologación simétrica de las lenguas arrodilladas al inglés. Nunca escribiré en inglés, con suerte digo go home. Podría escribir novelas y novelones de historias precisas de silencios simbólicos. Podría escribir en el silencio del tao con esa fastuosidad de la letra precisa y guardarme los adjetivos bajo la lengua proscrita. Podría escribir sin lengua, como un conductor de CNN, sin acento y sin sal. Pero tengo la lengua salada y las vocales me cantan en vez de educar. Podría escribir para educar, para entregar conocimiento, para que la babel de mi lengua aprenda a sentarse sin decir palabra. Podría escribir con las piernas juntas, con las nalgas apretadas, con un pujo sufi y una economía oriental del idioma. Podría mejorar el idioma metiéndome en el orto mis metáforas corroídas, mis deseos malolientes y mi desbaratada cabeza de mariluz o marisombra, sin sombrilla o con el paraguas al revés, a todo sol para que la globa me haga mundial, exportable, traducible hasta el arameo que me canta como un florido peo. Podría guardarme la ira y la rabia emplumada de mis imágenes, la violencia devuelta a la violencia y dormir tranquilo con mi novelería cursi. Pero no me llamo así, me inventé un nombre con arrastre de tango maricueca, bolero rockerazo, o vedette travestonga. Podría ser el cronista del high life y arrepentirme de mis temas gruesos y escabrosos. Dejar a la chusma en la chusma y hacer arqueología en el idioma hispanoparlante. Pero no vine a eso. Está lleno de cronistas con una flor estilográfica en el ojal mezquino de la solapa. No vine a cantar ladies and gentlemen; pero igual me canta, señora mía. No sé a lo que vine a este concierto, pero llegué. Y me salió la letra como un estilete. Más bien sin letra, como una prolongación de mi mano el gruñido la llora. Parecen gemidos de hembra cobarde, dijeron por ahí los escritores del culebrón derechista. Llegué a la escritura sin quererlo, iba para otro lado, quería ser cantora, trapecista o una india pájara trinándole al ocaso. Pero la lengua se me enroscó de impotencia y en vez de claridad o emoción letrada produje una jungla de ruidos. No fui musiquera, ni le canté al oído de la trascendencia para que me recordara a la diestra del paraíso neoliberal. Mi padre se preguntaba por qué a mí me pagaban por escribir y a él nadie le remuneró ese esfuerzo. Aprendí a la fuerza, aprendí de grande, como dice Paquita La del Barrio; la letra no me fue fácil. Yo quería cantar y me daban palos ortográficos. Aprendí a arañazos la onomatopeya, la diéresis, la melopea y la tetona ortografía. Pero olvidé todo enseguida, me hacía mal tanta regla, tanto crucigrama del pensar escrito. Aprendía por hambre, por necesidad, por laburo, de cafiola, pero comenzaba a estar triste. Pude haber escrito como la gente y tener una letra preciosa, clarita, clarita como el agua que corre por los ríos del sur. Pero la urbe me hizo mal, la calle me maltrató, y el sexo con hache me escupió el esfínter. Digo podría, pero sé bien que no pude, me faltó rigurosidad y me ganó la farra, el embrujo sórdido del amor mentido. Y creí como una tonta, como una perra lacia me dejé embaucar por alegorías barrocas y palabreríos que sonaban tan relindos. Pudiste ser otro, me dijeron los maestros con sus babas mojándoles los pelos de profetas. A pesar de todo aprendí, pero la tristeza caía sobre mí como un manto culto. No fui cantor, les repito, pero la música fue el único tecnicolor de mi biografía descompuesta”.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Clarice Lispector Entre la Pasión y el Misterio - María Leonor Baquerizo

Una de las primeras escritoras en manejar el trabajo del desplazamiento del sujeto dentro de una perspectiva femenina, es Clarice Lispector. 
En su ensayo “La explicación que no explica” la autora dice de si misma: “nací para escribir. La palabra es mi dominio sobre el mundo”, y podría decir que a través de su escritura, ha ido demostrando este dominio. Lispector crea un mundo que existe en la medida en que el discurso se va dando; en el cual las sensaciones cobran un peso mayor a cualquier acción a partir de un mínimo instante, y es desde esa otra mirada, el momento en que el lenguaje cobra vida. Es este lenguaje figurado que inventa el nivel de lo real, que arrastra al lector a ser parte del mismo. 

En su novela “La pasión según G.H.” publicada en 1964; en la que a partir de un hecho cotidiano, en un domingo cualquiera, una mujer algo frívola, siguiendo la línea de su vida organizada, decide poner orden en su casa. Tendría el día que le tocaba vivir: pesado, bueno y vacío. Empezaría por el cuarto de la empleada, que había abandonado el trabajo el día anterior; el resto de la casa, era como su reflejo, por todos lados se leía un signo de elegancia. Al llegar a la parte de atrás, se para en la puerta y contempla una habitación con un orden tranquilo y vacío, lleno de claridad que contrasta con las penumbras de sus elegancias. Tanta luz y orden la perturban, y más aún cuando al mirar hacia la pared, ve un dibujo, de tamaño casi natural, una silueta esta dibujada con carboncillo: un hombre desnudo, de una mujer desnuda y de un perro que estaba más desnudo que un perro. – eso es lo que ella ve – la desnudez venía de la ausencia de todo lo que recubre: eran las siluetas de una desnudez vacía. Lo primero que haría sería borrar eso. Fastidiada porque todo esto le desprogramaba el día, mira dentro del armario, y ve una enorme cucaracha; con la cual tiene una extraña experiencia que le cambiara el resto de su vida. 
Este encuentro descoloca al personaje, G.H. se despoja metafóricamente de su forma humana, y utiliza este insecto como puente, encaminándose a un nivel más alto de conocimiento, donde logra desprenderse de su falsa identidad. Para esta comunicación, necesita vaciarse por completo, romper su envoltura, morir para vivir. Vivir es ver, morir es ver. Ese mirar hacia adentro, mirar hacia las entrelíneas que nadie lee. Así, a partir de este encuentro, se da un monólogo interior, la autora con un lenguaje sencillo maneja con total libertad las palabras, torna su discurso en único, este fluir irracional con esa necesidad de ser, de sentir, en una unión mística que la libera, donde se da una metamorfosis interna. Se da una comunión entre lector narrador, entre Dios, los inicios y ella. 
Somos libres y este es el infierno (…) Me siento tan asustada cuando me doy cuenta de que durante horas he perdido mi formación humana (…) “Por el momento estoy inventando tu presencia,…Por el momento me aferro a ti, y tu vida desconocida y cálida que se convierte en mi única organización íntima (…) No estoy en situación de imaginar a una persona entera porque no soy una persona entera. Y ¿cómo imaginar un rostro si no sé que expresión de rostro necesito? 
A partir de la pérdida, va descubriendo una nueva dimensión, otro mundo, que necesita ponerlo en palabras para sentirlo, tocarlo y darlo a otros. 
Pero me asusté… nunca antes me había yo dejado llevar, a menos que supiese hacia qué (...) Perderse es ir hallando y no saber qué hacer con lo que se va descubriendo”… ¿Me sucedió algo que quizá, por el hecho de no saber cómo vivir, viví como si fuese otra cosa?... Voy a crear lo que me ha acontecido. Crear no es imaginación, es correr el gran riesgo de acceder a la realidad. 

G. H., personaje sin nombre, vacía; juega con la polaridad, el vacío y el todo. Con una vida llena de comodidad, y enmarcada en lo bello, lo útil, lo cómodo, en esto entraba no pensar, si pensaba, podía ver. Escultora, creadora de formas a su antojo. Igual que las máscaras que usaba para los diferentes rituales cotidianos, se desconocía y se reconocía en las iniciales de las maletas de cuero; “me trato como las personas me tratan, soy aquello que los demás ven en mí (…) Actúo como lo que se denomina una persona realizada (…) Yo era la imagen de lo que no era, y esa imagen de no ser me colmaba por completo (…) Esa mujer. G.H. en el cuero de las maletas, era yo; soy yo.” 
Es frecuente encontrar una soledad muy grande en los personajes de Clarice Lispector, y G.H. no es la excepción, la autora nos trasmite en su discurso, esa conciencia de infelicidad, que se vuelve visible, palpable, y va transformando en la medida en que G.H. se mira en el rostro de la cucaracha. Se ve y ve a la humanidad. Por eso detesta esos animales, por ser tan obsoleta y a la vez tan actual, la miniatura de un animal gigantesco, como las llamaba. Gigantesco, como lo que ella guarda dentro de si, como todo lo que cubre; una niñez pobre, donde compartía con chinches, goteras, cucarachas y ratones; un embarazo interrumpido, todo sepultado y enmascarado en una mujer feliz. Una vida en un departamento de lujo, como ella, el apartamento tiene penumbras y luces húmedas, dice Clarice en la novela. Por eso luz hiere, y aquel dibujo, la silueta perfilada, desnuda, mirándola, juzgándola. Prisionera dentro de su libertad, no sabía si era ella el reflejo de ese dibujo, o el dibujo era el reflejo de ella, como mirarse en un espejo, y saberlo vacío. Se perdía en aquella habitación en la que no deseaba estar. 
No era yo quien rechazaba la habitación, la habitación, con su cucaracha secreta, me rechazaba. …después me había inmovilizado el lenguaje brutal en la pared (…) Un ojo vigilaba mi vida, y ese ojo era probablemente lo que yo llamaba ora verdad, ora moral, ora ley humana, ora Dios, ora yo. Vivía yo de tal suerte dentro de un espejo. 
“Cómo explicar, sino que estaba ocurriendo algo incomprensible. ¡Qué le ocurriría a la G.H. del cuero de las maleta? (…) Atrapada ahí dentro de una trama de vacíos (…) me parecía haber entrado en nada 
G.H., al igual que los otros personajes de sus diferentes obras, está en la búsqueda del sentido de la vida, de ese misterio que rodea al hombre. Aquí G.H., como expiación comerá de la materia prima de la vida, para liberar y quedar libre de culpa al descubrir su esencia más allá del disfraz humano: “Lo que yo veía era la vida mirándome. Cómo llamar de otro modo a aquello horrible y crudo, materia prima y plasma seco, que estaba allí, mientras yo retrocedía hacia dentro de mi en nausea seca, yo cayendo siglos y siglos en el lodo – era lodo y ni siquiera lodo ya seco sino lodo aún húmedo y aún vivo, era un lodo donde se movían con lentitud insoportable las raíces de mi identidad … Por un instante, entonces, sentí una especie de excitada felicidad por todo el cuerpo, un horrible malestar feliz en el que las piernas me parecía que se hundían, como siempre que eran tocadas por las raíces de mi identidad desconocida 
La deuda está saldada, la de todas las mujeres y la de todos los hombres, para que se pudieran reconocer bajo cualquier disfraz. 
Esa es la pasión de G.H., padece como en la pasión de Cristo: sigue un calvario, hasta llegar al final y comer el cuerpo del otro, comer es morir, morir es vivir, libre de esa falsa moral que condena. 
Se acepta nuestra condición como la única posible, ya que ella es la que existe, y no otra. Y ya que vivirla es nuestra pasión. La condición humana es la pasión de Cristo. (… ) ¿Soy moral en la medida en que hago lo que debo y siento como debería? 
La voz narrativa pone la pregunta frente al lector que en todo momento ha ido de la mano de la narradora. Vivimos en una libertad que condena, “cuan presa he debido vivir para sentirme ahora más libre”, miramos sin ver, escuchamos sin oír, avanzamos muchas veces sin forma por cualquier camino. 
En un día cualquiera se presenta frente a nosotros este personaje, con una necesidad tan grande de silencio y a la vez de expresarse; habla con todo los signos y nos comunica todos sus movimientos. 

Gianni Vattimo, en “La voluntad de poder como arte” dice, “El artista pertenece a una raza aún más fuerte. Aquello que para nosotros ya seria nocivo, morboso, en él es naturaleza. Todo arte opera como sugestión sobre los músculos y los sentidos 
Aproximarnos a la escritura de Clarice es convertirse en parte de ese texto donde lo impensable puede ser pensado, es entrar en otra realidad donde el lenguaje se vuelve infinito y está siempre en presente. 
estoy buscando (…) la aterradora libertad que puede destruirme. … en la confirmación de mi perdería el mundo tal como lo tenía, y sé que no tengo capacidad para otro.” “Necesito aferrarme a esta mano tuya, aunque no consiga inventar tu rostro, ni tus ojos, ni tu boca. …perdona que te dé esto, mano que aferro (…) Dame tu mano. Porque no sé de que estoy hablando. Siento que he inventado todo. Nada de eso existió… 

Al final de la obra el lector respira, el personaje recupera su forma, ha contemplado a Dios, a la vida, a la muerte, ha contemplado el mundo. La palabra con su misterio, se torna poderosa, engrandece al lector, engrandece al narrador, “Por fin mi envoltura se había roto realmente, y yo era ilimitado. Por no ser, yo era. (…) ¿Cómo podré hablar sin que la palabra mienta por mí? ¿Cómo podré decir, sino tímidamente: la vida me es, y no comprendo lo que digo. Y entonces adoro… 

Elena Losada crítica española, en su ensayo La palabra rigurosa, se refiere de esta manera sobre la escritura de Clarice Lispector, cito “La palabra de C.L. es rigurosa porque debe traducir con un medio limitado algo que es mucho más grande que el lenguaje. Debe traducir el misterio y lo que carece de nombre, debe expresar con términos racionales lo que la mirada percibió más allá, debe ser capaz de fijar el instante y el acto ínfimo que está en el origen de todo 
“La pasión según G.H. es también una critica a la sociedad brasilera, a la religión, cuestiona qué es realmente la moral. 
Clarice Lispector utiliza el lenguaje en toda su dimensión, crea una escritura viva, donde muchas veces lo que parece no tener sentido es lo que hace prevalecer el instante. No hay límites a la hora de escribir, utiliza un juego de palabras, donde siempre encontraremos sus expresiones contrastantes que mantienen una tensión equilibrada, involucrando en todo momento al lector. Celebro que sus textos hayan llegado a mis manos. 

Fragm. Aprendizaje o el Libro de los Placeres - Clarice Lispector

Pero mira a tu alrededor y ve lo que hemos hecho de nosotros y de eso considerado como victoria nuestra de cada día. No hemos amado por encima de todas las cosas. No hemos aceptado lo que no se entiende porque no queremos pasar por tontos. Hemos amontonado cosas y seguridades por no tenernos el uno al otro. No tenemos ninguna alegría que no haya sido catalogada. Hemos construido catedrales y nos hemos quedado del lado de afuera, pues las catedrales que nosotros mismos construimos tememos que sean trampas. No nos hemos entregado a nosotros mismos, pues eso sería el comienzo de una vida larga y la tememos. Hemos evitado caer de rodillas delante del primero de nosotros que por amor diga: tienes miedo. Hemos organizado asociaciones y clubs sonrientes donde se sirve con o sin soda. Hemos tratado de salvarnos, pero sin usar la palabra salvación para no avergonzarnos de ser inocentes. No hemos usado la palabra amor para no tener que reconocer su contextura de odio, de amor, de celos y de tantos otros opuestos. Hemos mantenido en secreto nuestra muerte para hacer posible nuestra vida. Muchos de nosotros hacen arte por no saber cómo es la otra cosa. Hemos disfrazado con falso amor nuestra indiferencia, sabiendo que nuestra indiferencia es angustia disfrazada. Hemos disfrazado con el pequeño miedo el gran miedo mayor y por eso nunca hablamos de lo que realmente importa. Hablar de lo que realmente importa es considerado una indiscreción. No hemos adorado por tener la sensata mezquindad de acordarnos a tiempo de los falsos dioses. No hemos sido puros e ingenuos para no reírnos de nosotros mismos y para que al fin del día podamos decir “al menos no fui tonto” y así no quedarnos perplejos antes de apagar la luz. Hemos sonreído en público de lo que no sonreiríamos cuando nos quedásemos solos. Hemos llamado debilidad a nuestro candor. Nos hemos temido uno al otro, por encima de todo. Y todo eso lo consideramos victoria nuestra de cada día.

viernes, 17 de diciembre de 2010

Fragm. Zona de Clivaje - Liliana Heker


-¿Tenés frío? - le pregunta.
Y éste es el abrigado territorio de las palabras. Algo parecido a la dicha empieza a aletear en el cuerpo de Irene.
-No, no tengo frío -y la asombra su propia voz, el tono de su voz, baja y un poco ronca. Esto que impremeditadamente ella ha aprendido.
-Tenés que aprender muchas cosas -dice él, y le saca el pelo de la cara.
-Tiempo al tiempo -dice Irene.
¿Acaso su voz no ha empezado a ser sabia? Piano, piano, professore, nadie le había dicho a Irene que también el amor es un aprendizaje.
-Claro que sí -dice él-. Nos queda toda la vida por delante.
La noche se ilumina y estalla. Las palabras son incorpóreas y no le dan miedo. Ahora, mientras caminan muy juntos por la calle, el beso de él es sólo un recuerdo, algo que ya está para siempre instalado en su pasado, y que la transforma. Atención, caminantes, que ven pasar como si tal cosa al treintañero y la doncella. No los miren tan frescos. Vuelvan la cabeza, tápense los ojos, ruborícense, escandalícense, envídienlos. Esto que ahora empieza es una historia de amor.

jueves, 9 de diciembre de 2010

Análisis Tardío - Pier Paolo Pasolini

Sé bien, sé bien que estoy en el fondo de la fosa;
que todo aquello que toco ya lo he tocado;
que soy prisionero de un interés indecente;
que cada convalecencia es una recaída;
que las aguas están estancadas y todo tiene sabor a viejo;
que también el humorismo forma parte del bloque inamovible;
que no hago otra cosa que reducir lo nuevo a lo antiguo;
que no intento todavía reconocer quién soy;
que he perdido hasta la antigua paciencia de orfebre;
que la vejez hace resaltar por impaciencia sólo las miserias;
que no saldré nunca de aquí por más que sonría;
que doy vueltas de un lado a otro por la tierra como una bestia enjaulada;
que de tantas cuerdas que tengo he terminado por tirar de una sola;
que me gusta embarrarme porque el barro es materia pobre y por lo tanto pura;
que adoro la luz sólo si no ofrece esperanza.

sábado, 4 de diciembre de 2010

Licantropia Contemporánea - Louis Aragon

El grado más alto de la tristeza tanto puede ser
un general ciego mendigando a través de las islas
como hacia las 3 de la mañana la avenida de la Ópera
No hay límites para la melancolía humana
Se cuenta siempre con una piedra para colocar sobre la pirámide de las lágrimas
Estáis seguros de padecer tanto como una mujer estrangulada
en el momento en que ella sabe que todo ha terminado y desea acabar
Estáis seguros de que no valdría más
ser estrangulado si uno piensa en los cuchillos de las horas que se acercan
Desde hace tiempo vivo mi último minuto
La arena que mastico es la de una agonía invisible y perpetua
Las llamas que hago recortar de tiempo en tiempo por el peluquero
son las únicas en delatar el negro infierno interior que me habita
Como cuerpos privados de sepultura
los hombres se pasean por el jardín de mi mirada
Soñadores inexplicables
o soy el único a quien golpea una mano desecada
en este desierto poblado entre estas flores áridas

Amo y soy amado Nada nos separa
Por qué entonces estar triste en el corazón espléndido del amor
El mundo sacude su estúpida cabeza Sabelotodo
Amo aunque la vida sea mortalmente intolerable
Amo aunque luego me vea obligado a aullar
Detrás de mí arrastro el manto fantasmal de las intenciones ocultas
Una cadena de perfeccionamientos del dolor moral
suena a mis pies espantosamente desdichados
Amo y nos amamos pero en medio de un naufragio
pero en la punta de un puñal y no puedo
no puedo soportar el mal que esto ha de hacerte
Tus ojos tus ojos amor mío desorbitados por todo lo que sea placer
Que me arranquen el corazón con tenazas
que terminen con mi cabeza que se despega
Bebo una leche como tinta y la hora del mediodía
se parece al carbón de los pantanos
donde se marchita el Sphagnum al que tomo por mi imagen en los espejos
Yo amo Yo te amo pero
en la cala de un barco en el instante de dar el salto Impaciencia
Innoble impaciencia de saber si eso podrá soportarse

Es probable que todos me juzguen un criminal
guiándose sólo por las debilidades y el aspecto
Ese hombre que según los diarios de la mañana decapitó a su amante
mientras dormía a su lado sollozó en el juzgado
La había asesinado en el cuarto después
en el sótano primero con un cuchillo luego con una sierra
separó la cabeza adorable para poner
el cuerpo en una bolsa lamentablemente algo pequeña
Sollozó en el juzgado
No somos acaso parecidos a las palmas
que crecen unidas florecen y fructifican
para dar una imagen del amor perfecto
El otoño llega con las manos llenas de ilusiones resplandecientes
Qué crimen es ese que me hace sollozar
Mirad mi amor está vivo Muéstrate querida mía
Nada podréis probar La coartada verde como una floresta
Se extiende por el horizonte donde graznan inútilmente los cuervos
Sin embargo en cada árbol hay un ahorcado que se balancea
en cada hoja una mancha de sangre

Qué puede haber peor que el cielo al amanecer o el betún de la tarde
Qué es eso que me impide morder a los paseantes en los bulevares
La amargura que siento crecer en mí puede ser el primer  torrente de un diluvio
a cuyo lado el otro parece un vulgar desborde de cloacas
Recuerdo que en mil quinientos cuarenta y uno
cerca de Pavía
cuando me apresaron en la campiña por donde deambulaba
víctima de los primeros efectos del mal
los campesinos no quisieron creerme cuando les dije la verdad
Rehusaron tomarme por lobo furioso
a causa de mi piel humana y Santos Tomases
eternos de la ciencia experimental
cuando les confesé que mi piel lupina estaba oculta
entre pellejo y carne
con sus puñales me hicieron tajos en los miembros y el cuerpo
para verificar mis melancólicas afirmaciones
no me tocaron la cara
espantados por la atroz poesía de mis rasgos

Qué es eso que me impulsa a aullar en las tumbas
qué es eso que me obliga a escarbar irresistiblemente en el polvo
donde duermen los enamorados en descomposición
Qué vas tú a exhumar como si la luz viviente
no tuviera bastante con las heridas de los vivos
Dadme el lenguaje tenebroso de los ajusticiados en la silla eléctrica
el vocabulario último de los guillotinados
La existencia es un ojo reventado Que se me entienda
bien un ojo que hacen reventar a cada instante
el harakiri sin fin Me enfurezco
al ver la calma idiota con que reciben mis gritos
Por eso quiero sacar de las fosas hipócritas
a los fallecidos de muerte violenta con sus pupilas horrorizadas
quiero desterrar a las víctimas de las catástrofes
cuyos esqueletos conservan las posturas del terror
que se adaptan maravillosamente a estos días que corren

Decía precisamente mi vecina que hay
gentes que se tiran al agua
Si soy una bestia babosa a quien el asco del mundo
hace babear sería muy fácil acabar con todo
amor mío amor mío oyes esta blasfemia
No es la palidez del amor no es la palidez de la muerte
sino la de los lobos ésta que hay en mi rostro
No puedo morir a causa de esta flor inmensa
cuyo cáliz no puedo soportar que se cierre
Se ha logrado un notable progreso en materia de torturas
sobre el cobayo que soy
sobre el cobayo salvaje que soy las dos manos
atrapadas en dos puertas
el amor la muerte
y unos hércules abstractos se apoyan sobre las dos puertas
con la tranquila seguridad de un número de music-hall
ejecutado sin ningún esfuerzo aparente
Cómo nunca notaste que mis besos se parecían a las palabras sacrílegas
que son todo lo que queda por decir a los esclavos descuartizados
Cómo nunca notaste que te amo en el instante mismo en me matan
que es siempre la última vez que gozo abominablemente en tus brazos
Tus brazos tan bellos que ahí está justamente
ahí está lo más terrible

Todo tendrá que acabar de modo salvaje
Yo te perteneceré haré arrojar a tu amante a las fieras
O lo haré examinar con engaños por un médico alienista
o bien lo mataré fríamente
amor mío
durante su sueño mientras yace pálido y desnudo
mientras los lobos surgen en torno de los cementerios donde duermen
los bellos días que pasamos juntos amor mío.

De Persécuté Persécuteur

Versión de Aldo Pellegrini

martes, 30 de noviembre de 2010

Traquea - Gastón Malgieri


Atraganto esta lluvia que anuncia
la placa amarilla del noticiero de mayor rating
con un pestillo que enhebra
y nace
como una hiedra maleva
en medio del estómago.

Canto tres tangos desafinándole a la audiencia
que arroja
tomates
cuervos
y cupones del shopping
ya vencidos.

indignados
reclaman
esgrimiendo arengas
que nada tienen que ver
con esta performance decadente.

Este alambre de púas,
este alfiler de gancho
que une los pliegues de mi aorta
no me deja respirar
y el asma
pasa a ser sentencia
dictamen
probabilidad de entuerto
un cuero secado al sol
después de la castración de esta llaga.

Si viviera en Senegal
sería un tigre fusilado
por una concatenación de yanquis mugrosos,
trajeados con telas camufladas
deseosos de ese cuero manchado de barro
que enaltecerá sin dudas
las gargantas de las señoras pudientes
en barrios que jamás conoceré

Ni siquiera en cautiverio.

Pero vivo en una especie de DF
sobrepoblado
de bolsas de consorcio
gatillo fácil 
impunidad institucional
envuelta en papel glasé
devenido en joyería incaica poscolonial.

Me alimento del humo rancio
del transporte público
y de los fetos arrancados
de las matrices con tenazas
trozos de mamposterías que caen
de los rascacielos por puro descuido burocrático
de los mismos señores burgueses
que se indignan
a la primera semana de gestación
de las madres de escasos recursos.

Esos señores que usan ”escasos recursos”
como aquellos estudiantes de trabajo social
que también se indignan
con la falta de alimentación
y la carencia
haciendo mesas debates
en el inmenso Mc Donalds
de un hiperlumínico shopping.

Tengo atragantado un asco mayúsculo
enorme
sobredimensionado
por las posecitas queer del reviente
del amor libre en medio
de la enajenación impúdica del deseo.
como si haber leído cuatro libros de la Butler,
nos dejara quirúrgicamente insensibles
a las posibilidades de la metáfora cancina
de las mariposas que rasguean
las paredes del tórax de un cuerpo que ama.

Como si la única posibilidad de amar
fuera
la que chorrea Corín Tellado
en las bibliotecas de las amas de casa.

Tanta pose,
en medio del smog
me aturde
y hay bocinas sobreexigidas
gritando
proclamas en arameo
que traduzco
no por un saber previo
sino porque el chillido rimbombante
de la consignas de otros
las he oído en todos los idiomas
de boca de todos los dogmas
que siguen sin poderle explicar a estos pulmones
por qué se agitan
a punto de ebullición
cuando tu mano roza
impúdicamente mi espalda.

El llanto fracasado - Jaime Sabines

Roto, casi ciego, rabioso, aniquilado,
hueco como un tambor al que golpea la vida,
sin nadie pero solo,
respondiendo las mismas palabras para las mismas
cosas siempre,
muriendo absurdamente, llorando como niña, asqueado.
He aquí éste que queda, el que me queda todavía.
Háblenle de esperanza,
díganle lo que saben ustedes, lo que ignoran,
una palabra de alegría, otra de amor, que sueñe.

Todos los animales sobre la tierra duermen.
Sólo el hombre no duerme.
¿Han visto ustedes un gesto de ternura en el rostro de
un loco dormido?
¿Han visto un perro soñando con gaviotas?
¿Qué han visto?

Nadie sino el hombre pudo inventar el suicidio.
Las piedras mueren de muerte natural.
El agua no muere.
Sólo el hombre pudo inventar para el día la noche,
el hambre para el pan,
las rosas para la poesía.

Mortalmente triste sólo he visto a un gato, un día,
agonizando.
Yo no tengo la culpa de mis manos: es ella.
Pero no fue escrito:
Te faltará una mujer para cada día de amor.

Andarás, te dijeron, de un sitio a otro de la muerte
buscándote.
La vida no es fácil.
Es más fácil llorar, arrepentirse.

En Dios descansa el hombre.
Pero mi corazón no descansa,
no descansa mi muerte,
el día y la noche no descansan.

Diariamente se levantan los montes, el cielo se ilumina
el mar sube hacia el mar
los árboles llegan hasta los pájaros.
Sólo yo no me alumbro, no me levanto.

Háblenle de tragedias a un pescado.
A mí no me hagan caso.
Yo me río de ustedes que piensan que soy triste
como si la soledad o mi zapato
me apretaran el alma.

[...]

No me digan ustedes en dónde están mis ojos,
pregunten hacia dónde va mi corazón.

Les dejaré una cosa el día último,
la cosa más inútil y más amada de mí mismo,
la que soy yo y se mueve, inmóvil para entonces,
rota definitivamente.
Pero les dejaré también una palabra,
la que no he dicho aquí, inútil, amada.

Ahora vuelve el sol a dejarnos.
La tarde se cansa, descansa sobre el suelo, envejece.
Trenes distantes, voces, hasta campanas suenan.
Nada ha pasado.

lunes, 29 de noviembre de 2010

Fragm. Un Soplo de Vida - Clarice Lispector



AUTOR: Esto no es una lamentación, es el grito de un ave de rapiña. Irisada e inquieta. Un beso en la cara muerta.
Escribo como si fuese a salvar la vida de alguien. Probablemente mi propia vida. Vivir es una especie de locura que la muerte comete. Porque en ellos vivimos, vivan los muertos.
De repente las cosas no tienen por qué tener sentido. Me satisfago en ser. ¿Tú eres? Estoy seguro de que sí. El sinsentido de las cosas me provoca una sonrisa de complacencia. Todo, sin duda, debe de estar siendo lo que es.
Hoy es un día de nada. Hoy es hora cero. ¿Existe por casualidad un número que no sea nada? ¿Qué es menos que cero? ¿Qué comienza en lo que nunca ha comenzado porque siempre era?, y ¿era antes de siempre? Me adhiero a esta ausencia vital y rejuvenezco por entero, al mismo tiempo contenido y total. Redondo sin principio ni fin, soy el punto antes del cero y del punto final. Camino sin parar del cero al infinito. Pero al mismo tiempo todo es tan fugaz. Siempre fui einmediatamente dejaba de ser. El día transcurre a su aire y hay abismos de silencio en mí. La sombra de mi alma es el cuerpo. El cuerpo es la sombra de mi alma. Este libro es la sombra de mí. Pido la venia para pasar. Me siento culpable cuando no obedezco. Soy feliz a deshora. Infeliz cuando todos bailan. Me dijeron que los lisiados se regocijan y también me dijeron que los ciegos se alegran. Y es que los infelices se resarcen.
Nunca la vida ha sido tan actual como hoy: por un tris no es el futuro. El tiempo para mí significa disgregación de la materia. La putrefacción de lo orgánico, como si el tiempo fuese un gusano dentro de un fruto y le robase al fruto toda su pulpa. El tiempo no existe. Lo que llamamos tiempo es el movimiento de evolución de las cosas, pero el tiempo en sí no existe. O existe inmutable y en él nos trasladamos. El tiempo pasa demasiado deprisa y la vida es tan corta. Entonces --para no ser presa de la voracidad de las horas y de las novedades, que hacen pasar el tiempo deprisa-- cultivo una especie de tedio. Saboreo así cada detestable minuto. Y cultivo también el vacío silencio de la eternidad de la especie. Quiero vivir muchos minutos en un solo minuto. Quiero multiplicarme para poder abarcar incluso esas áreas desérticas que dan idea de inmovilidad eterna. En la eternidad no existe el tiempo. Noche y día son contrarios porque son el tiempo y el tiempo no se divide. De ahora en adelante el tiempo será siempre actual. Hoy es hoy. Me sorprendo y al mismo tiempo desconfío de tanto que me es dado. Y mañana tendré de nuevo un hoy. Hay algo doloroso y tajante en vivir el hoy. El paroxismo de la nota más fina y alta de un violín insistente. Pero está el hábito y el hábito anestesia. El aguijón de la abeja del día floreciente de hoy. Gracias a Dios, tengo qué comer. El pan nuestro de cada día.

Querría escribir un libro. Pero ¿dónde están las palabras? Se agotaron los significados. Nos comunicamos como sordomudos con las manos. Querría que me diesen permiso para escribir a un son arpado y agreste la escoria de la palabra. Y prescindir de ser discursivo. Así: polución.

¿Escribo o no escribo?

Saber desistir. Retirarse o no retirarse: ésta es muchas veces la cuestión para un jugador. A nadie le enseñan el arte de retirarse. Y no hay nada de raro en la situación angustiosa en la que debo decidir si tiene algún sentido continuar jugando. ¿Seré capaz de retirarme dignamente? ¿O soy de los que se obstinan en seguir aguardando a que algo ocurra? ¿Algo como por ejemplo, el propio fin del mundo? ¿Mi muerte súbita acaso, hipótesis que volvería superfluo mi desistimiento?

No quiero competir en una carrera conmigo mismo. Un hecho. ¿Cómo se vuelve al hecho? ¿Debo interesarme por el acontecimiento? ¿Podré descender hasta el punto de llenar las páginas con informaciones sobre los "hechos"? ¿Debo imaginar una historia o doy rienda suelta a la inspiración caótica? Tanta falsa inspiración. ¿Y si viene la verdadera y no llego a tomar conciencia de ella? ¿Será demasiado horrible querer adentrarse en uno mismo hasta el límpido yo? Sí, y cuando el yo comienza a no existir, a no reivindicar nada, comienza a formar parte del árbol de la vida: eso es lo que lucho por alcanzar. Olvidarse de sí mismo y no obstante vivirintensamente.

Tengo miedo de escribir. Es tan peligroso. Quien lo ha intentado lo sabe. Peligro de hurgar en lo que está oculto, pues el mundo no está en la superficie, está oculto en sus raíces sumergidas en las profundidades del mar. Para escribir tengo que instalarme en el vacío. Es en este vacío donde existo intuitivamente. Pero es un vacío terriblemente peligroso: de él extraigo sangre. Soy un escritor que tiene miedo de la celada de las palabras: las palabras que digo esconden otras: ¿cuáles? Tal vez las diga. Escribir es una piedra lanzada a lo hondo del pozo.

ANGELA: A veces sólo para sentir que vivo pienso en la muerte. La muerte me justifica.
Un objeto envejece porque tiene dinámica dentro de sí.
En vez de decir "mi mundo" digo, audaz: el mundo depende de mí. Porque si no existe, cesa en mí el Universo. ¿Empezará después de la muerte la abstracción?
¿Yo, reducida a una palabra? ¿pero qué palabra me representa? Algo sé: no soy mi nombre. Mi nombre pertenece a los que me llaman. Pero mi nombre íntimo es: cero. Es un eterno comienzo permanentemente interrumpido por mi consciencia de comienzo.
Dios no es el principio ni el fin. Es siempre el medio.

AUTOR: A veces los que no creen son más aptos para recibir como milagro reluciente el maná que cae de ningún lugar. Ese "ningún lugar" es el aire. Y el aire es lo que los demás llaman Dios. Yo llamo a Dios como él quiere que lo llamen. Es así: abro la boca y como modo de llamarlo dejo salir de mí un sonido. Este sonido es sencillo. Y tiene que ver con el soplo vital. El sonido se limita a ser apenas lo siguiente: Ah...
Ah... la absoluta indiferencia bondadosa y sagaz... Ah... y es hacia ese Ah que como en una respiración vamos con nuestro Ah al encuentro de Él.
Es una cuestión de aliento, de soplo vital.
Meditar es un vicio, se le toma gusto.
Y el resultado de la meditación es Ah, lo que nos vuelve dioses. Está muy bien pero ahora decime para qué ser Dioses o Humanos.
Parece que nos complace poder decir Ah. Entonces termino atravesado por la voz de Dios y aquí digo como quien sopla despacio: Ah...
Nacimos para gozar de este Ah ¿Me bastará ser? No lo sé. No sé qué estoy diciendo.
La planta necesita agua, luz-calor-tierra-aire para justificar su ser ¿y a nosotros nos justifica el Ah?
Hay alguien que espera atrás de nuestro hombro izquierdo para tocarnos y para que digamos Ah...
Cuando digo te quiero, me quiero a mí en vos.
No soy relativo, soy infinito por eso en cada ser me reflejo, en cada ser me encuentro.
La más perfecto que existe en el universo es el aire. El aire es Dios accesible a nosotros. Cuando hablo sobre cosas no estoy cosificando la vida y sí humanizando lo que es inerte. Todo esto es como ya lo dije antes, juego limpio.
No escondo ninguna de las cartas. Y si tengo algún estilo, que venga y aparezca porque no voy a buscarlo.
Todo nacimiento supone un rompimiento.
Me invitaron a ver un parto pero no tengo fuerzas para ver el nacimiento dramático de la aurora en las montañas cuando el sol es de fuego.
Todo nacimiento es una crueldad. Se debería dejar dormir lo que quiere dormir.
Mi maldad viene del malo acomodamiento del alma en el cuerpo. Está apretada, le falta espacio interior.
Ella no se dejó doblar ninguna ver en cuatro patas por el dolor de existir, ese dolor al que de vez en cuando debemos obedecer para seguir viviendo como un buen burgués.
Le pregunto a Dios ¿Por qué los otros? Y Él me contesta ¿Por qué vos? a nuestras preguntas Dios contesta con una pregunta mayor y así nos ensanchamos en espasmos para que crezca un niño en nosotros. Pero -pero paz sobre la tierra y tranquila luz en el aire. Dios que es la nada-todo brilla en el fulgor suave de un eterno presente, durmamos entonces hasta la semana que viene.
¿Y yo? ¿No seré mi propio personaje? ¿Sera que yo me invento? Lo único que sé de mí es que soy el producto de un padre y de una madre. Es todo lo que sé sobre la creación y la vida.
Queremos penetrar en el reino de Dios por los pecados porque, si no fuese por el pecado, no habría perdón y no podríamos llegar hasta Él.
Me refugié en la locura porque la razón no me bastaba.
Espero lo que está ocurriendo. Éste es mi único futuro y pasado.
Un día el amparo en Dios y por ínfimo que haya sido aprendemos a estar en el regazo tibio cuando nacimos.
No servir de nada es la libertad. Tener un sentido sería volvernos mezquinos, somos gratuitamente sólo por el placer de ser.
Y del futuro esperaremos conscientes la falta de sentido, una libertad en el decir, en el sentir Ah...
La felicidad se resume en sentir con alivio un Ah, entonces levantemos nuestras copas y modestamente brindemos un Ah a Dios.
Aunque me cueste terminar duele tanto la despedida ¿no? Bueno, porque en mí duele Ah.
¿Para qué Dios?
Por qué no se queda sentada fumando y muriéndose de hambre Ah porque querés poder decir Ah.
¿Sólo existimos para tener alivio?
Presto atención sólo por prestar atención: en el fondo no quiero saber.
No quiero nada.
Dios es abstracto. Ésta es nuestra tragedia.

ANGELA: Ser feliz es una responsabilidad muy grande. Poca gente se anima. Yo me animo pero con un poco de miedo. Es feliz quien aceptó la muerte. Cuando estoy demasiado feliz, siento una angustia que me amordaza: me asusto.
Soy tan miedosa. Me da miedo estar viva porque quien tiene vida un día se muere. Y el mundo me violenta. Los instintos exigentes, el alma cruel, la crudeza de los que no tienen pudor, las leyes que hay que obedecer, el asesinato -todo esto me da vértigo como hay gente que se desmaya si ve sangre: el estudiante de medicina con la cara pálida y los labios blancos frente al primer cadáver que debe disecar. Me asusta cuando de pronto veo las entrañas del espíritu de los otros. O cuando caigo sin querer bien hondo adentro mío y veo el abismo interminable de la eternidad, abismo a través del cual me comunico fantasmagórica con Dios. El temor. Los suicidas muchos se matan porque les da miedo morirse. No soportan la tensión creciente de la vida y de la espera de lo peor -y se matan para liberarse de la amenaza.
Uno sale de un Alfa hacia un Omega y se destruye y trabaja y se divierte y... ¿Para qué? Caminamos hacia una vorágine - irremediablemente.
No hacer nada puede ser aún la solución.
Iban a confundir esto con el suicidio pero es mera coincidencia ¿Tiene sentido buscar tanto la felicidad, bastará ser feliz? ¿Ser feliz es un estado de tolerancia?

8 Poemas en Forma de Artefacto - Roger Wolfe

1. Sofisma

Y ahora
que estás
en España
que como
ya sabrás
es un país
en el que impera
el Estado
de Derecho
nunca olvides
que tu libertad
termina
donde empieza
la libertad
de los demás
le dijo
el funcionario
del Ministerio
del Interior
al inmigrante
magrebí.

2. Derecho

Tienes derecho
a expresar
libremente
todo aquello
que te esté permitido decir.

3. Payaso

Al terrorismo
se le llama
convivencia
si lo ejerce
un payaso
uniformado
con apoyo
de la grey.

4. Moscas

Los demócratas
han aprendido
de las moscas:
cuanto mayor
sea el tamaño
de la mierda
tanto más grande
es el consenso.

5. Periodismo

Lanza la mierda
y lávate las manos.

6. El poder de la palabra

Usté no sabe
con quién
se está metiendo
dijo el borracho
en la
comisaría.
Porque soy
poeta
y fui tocado
por los dioses
con el poder
de la palabra.
Y le partieron
la otra ceja
antes de darle
por el culo
con su propia
estilográfica.

7. Racismo

No hay color
que no se doblegue
al del dinero.

8. Compromiso
                                                                         -¿Eres político, Lou?

                  -¿Político? ¿Con respecto a qué? Dame un tema.

                 te daré un pañuelo, y me limpias el culo con él...

                                                       Lou Reed, "Take no Prisoners"
Hay escritores
que se empeñan
en que los libros
siempre están
en otra parte.
Somalia
Nicaragua
Mongolia
Pernambuco
Sarajevo
qué más da.
Y si te paras
a pensarlo
tiene gracia
porque al final
aciertan
sin saberlo:
cualquier
jodida parte
menos donde ellos
estén.

Tabaquería - Fernando Pessoa



No soy nada.
Nunca seré nada.
No puedo querer ser nada.
A parte de eso, tengo en mí todos los sueños del mundo.
Ventanas de mi cuarto,
De mi cuarto de uno de los millones en el mundo que nadie sabe
quién es
(Y si supiesen, ¿qué sabrían?),
Dais al misterio de una calle cruzada constantemente por gente,
A una calle inaccesible a todos los pensamientos,
Real, imposiblemente real, cierta, desconocidamente cierta,
Con el misterio de las cosas bajo las piedras y los seres,
Con la muerte que mancha de humedad las paredes y hace
blancos los cabellos de los hombres,
Con el Destino que conduce la carroza de todo por el camino de
nada.
Estoy hoy vencido, como si supiese la verdad.
Estoy hoy lúcido, como si estuviese por morir,
Y no tuviese más hermandad con las cosas
Que la de una despedida, tornándose esta casa a este lado de la
calle
La hilera de vagones de un tren, y el silbido de una partida
Dentro de mi cabeza,
Y una sacudida de mis nervios y un chirriar de huesos al arrancar.
Estoy hoy perplejo, como quien pensó y halló y olvidó.
Estoy hoy dividido entre la lealtad que debo
A la Tabaquería del otro lado de la calle, como cosa real por fuera,
Y a la sensación de que todo es sueño, como cosa real por dentro.
Fallé en todo.
Como no hice ningún propósito, tal vez todo fuese nada.
El aprendizaje que me dieron,
Descendí por la ventana trasera de la casa.
Fui al campo con grandes propósitos.
Pero allí sólo encontré yerbas y árboles,
Y cuando había gente era igual a la otra.
Me retiro de la ventana y me siento en una silla. ¿En qué he de
pensar?
¿Qué sé yo lo que seré, yo, que no sé lo que soy?
¿Ser lo que pienso? ¡Pienso ser tanta cosa!
¡Y hay tantos que piensan ser la misma cosa que no puede haber
tantos!
¿Genio? En este momento
Cien mil cerebros se piensan en sueños genios como yo,
Y la historia no señalará, ¿quién sabe? ni a uno,
No habrá sino un muladar para tantas futuras conquistas.
No, no creo en mí.
¡En todos los manicomios hay tantos locos deschavetados con
tantas certezas!
Yo, que no tengo ninguna certeza, ¿soy más cierto o menos cierto?
No, ni en mí...
¿En cuántas buhardillas y no buhardillas del mundo
No están en esta hora genios-para-sí-mismos soñando?
¿Cuántas aspiraciones altas y nobles y lúcidas—
Sí, verdaderamente altas y nobles y lúcidas—,
Y quién sabe si realizables,
¿Nunca verán la luz del sol real ni hallaran oídos de nadie?
El mundo es de quien nace para conquistarlo
Y no para quien sueña que puede conquistarlo, aunque tenga
razón.
He soñado más que Napoleón.
He abrazado contra el pecho hipotético más humanidades que
Cristo.
Hice filosofías en secreto que ningún Kant escribió.
Pero soy, y tal vez seré siempre, el de la buhardilla,
Aunque no viva en ella;
Seré siempre el que no nació para esto,
Seré siempre sólo el que tenía cualidades;
Seré siempre el que esperó que le abriesen la puerta al pie
de una pared sin puerta,
Y cantó la cantiga del Infinito en un gallinero,
Y escuchó la voz de Dios en un pozo cegado.
¿Creer en mí? No, ni en nada.
Que me derrame la Naturaleza sobre la cabeza ardiente
Su sol, su lluvia, el viento que me despeina,
Y lo demás que venga si viene o que tenga que venir, o que no
venga.
Esclavos cardíacos de las estrellas,
Conquistamos todo el mundo antes de levantarnos de la cama;
Pero nos despertamos y él es opaco,
Nos levantamos y es ajeno,
Salimos de casa y es la tierra entera,
Más el sistema solar y la Vía Láctea y lo Indefinido.
(Come chocolates, niña;
¡Come chocolates!
Mira que no hay más metafísica en el mundo que la de los
chocolates.
Mira que todas las religiones no enseñan más que la confitería.
¡Come, niña sucia, come!
¡Si pudiera yo comer chocolates con la misma verdad con que tú
los comes!
Pero yo pienso y, al quitarles el papel plateado, que es de estaño,
Arrojo todo al suelo, como tiré la vida.)
Pero queda al menos de la amargura de lo que nunca seré
La caligrafía rápida de estos versos,
Pórtico hendido hacia lo Imposible.
Pero al menos dedico a mí mismo un desprecio sin lágrimas,
Noble al menos por el gesto amplio con que arrojo
La ropa sucia que soy, sin motivo, para el decurso de las cosas,
Y me quedo en casa sin camisa.
(Tú que consuelas, que no existes y por eso consuelas,
O diosa griega, concebida como estatua con vida,
O patricia romana, imposiblemente noble y nefasta,
O princesa de trovadores, gentilísima y colorida,
O marquesa del siglo dieciocho, escotada y distante,
O cocotte célebre del tiempo de nuestros padres,
O no sé qué moderno —no concibo bien qué—,
Todo eso, sea lo que fuera, lo que sea, si puede inspirar ¡qué
inspire!
Mi corazón es un balde vacío.
Como invocan espíritus los que invocan espíritus me invoco
Me invoco a mí mismo y nada encuentro.
Me acerco a la ventana y veo la calle con una nitidez absoluta.
Veo las tiendas, veo las aceras, veo los coches que pasan.
Veo los entes vivos vestidos que se cruzan,
Veo los perros que también existen,
Y todo esto me pesa como un condena al destierro,
Y todo esto es extranjero, como todo.)
Viví, estudié, amé y hasta creí,
Y hoy no hay mendigo al que no envidie sólo por no ser yo.
En cada uno miro los andrajos y las llagas y la mentira,
Y pienso: tal vez nunca hayas vivido ni estudiado ni amado ni
creído
(Porque es posible hacer la realidad de todo eso sin hacer
nada de eso);
Tal vez hayas existido apenas, como un lagarto a quien cortan
la cola
Y que es cola más acá del lagarto que se retuerce.
Hice de mí lo que no supe,
Y lo que pude hacer de mí no lo hice.
Vestí un disfraz equivocado.
Me tomaron enseguida por quien no era, y no lo desmentí, y me
perdí.
Cuando quise arrancarme la máscara,
Estaba pegada a la cara.
Cuando la arrojé y me vi en el espejo,
Ya había envejecido.
Estaba borracho, y no sabía vestir el disfraz que no me había
quitado.
Arrojé la mascara y dormí en el vestidor
Como un perro tolerado por la gerencia
Por ser inofensivo
Y voy a escribir esta historia para probar que soy sublime.
Esencia musical de mis versos inútiles,
quién pudiera encontrarte como cosas que yo hice,
Y no quedarme siempre enfrente de la Tabaquería de enfrente,
Pisoteando la conciencia de estar existiendo,
Como un tapete con el que tropieza un borracho
O la esterilla que los gitanos roban y no vale nada.
Pero el Dueño de la Tabaquería se asomó a la puerta y se quedó
en ella.
Lo miro con la incomodidad de la cabeza torcida
Y con la incomodidad de una alma que mal entiende.
Él morirá y yo moriré.
Él dejará el letrero, yo dejaré versos.
Y un día morirá el letrero y también mis versos.
Después morirá la calle donde estuvo el letrero,
Y la lengua en que fueron escritos los versos.
Morirá después el planeta girante en que todo esto sucedió.
En otros satélites de otros sistemas cualquier cosa como nosotros
Continuará haciendo cosas como versos y viviendo debajo de las
cosas como letreros,
Siempre una cosa frente a otra,
Siempre una cosa tan inútil como la otra.
Siempre lo imposible tan estúpido como lo real,
Siempre el misterio del fondo tan cierto como el sueño del
misterio de la superficie,
Siempre ésta o aquella cosa o ni una ni la otra cosa.
Pero un hombre entró en la Tabaquería (¿a comprar tabaco?),
Y la realidad plausible cae de repente sobre mí.
Me incorporo a medias enérgico, convencido, humano,
Y voy a intentar escribir estos versos en los que digo lo contrario.
Enciendo un cigarro al pensar en escribirlos
Y saboreo en el cigarro la liberación de todos los pensamientos.
Sigo el humo como mi camino,
Y gozo, en un momento sensitivo y adecuado,
La liberación de todas las especulaciones
Y la conciencia de que la metafísica es la consecuencia de una
indisposición.
Después me reclino en la silla
Y sigo fumando.
Seguiré fumando hasta que el Destino me lo permita.
(Si me casase con la hija de mi lavandera
Tal vez sería feliz.)
Visto esto, me levanto de la silla. Me acerco a la ventana.
El hombre salió de la Tabaquería (¿guarda el cambio en el bolsillo
del pantalón?).
Ah, lo conozco: es Esteves sin metafísica.
(El Dueño de la Tabaquería llegó a la puerta.)
Como por un instinto divino, Esteves se volvió y me vio.
Hizo una señal de adiós, le grité ¡Adiós, Esteves!, y el universo
Se reconstruye en mí sin ideal ni esperanza, y el Dueño de la
Tabaquería sonrió.

*Álvaro de Campos