martes, 30 de noviembre de 2010

Traquea - Gastón Malgieri


Atraganto esta lluvia que anuncia
la placa amarilla del noticiero de mayor rating
con un pestillo que enhebra
y nace
como una hiedra maleva
en medio del estómago.

Canto tres tangos desafinándole a la audiencia
que arroja
tomates
cuervos
y cupones del shopping
ya vencidos.

indignados
reclaman
esgrimiendo arengas
que nada tienen que ver
con esta performance decadente.

Este alambre de púas,
este alfiler de gancho
que une los pliegues de mi aorta
no me deja respirar
y el asma
pasa a ser sentencia
dictamen
probabilidad de entuerto
un cuero secado al sol
después de la castración de esta llaga.

Si viviera en Senegal
sería un tigre fusilado
por una concatenación de yanquis mugrosos,
trajeados con telas camufladas
deseosos de ese cuero manchado de barro
que enaltecerá sin dudas
las gargantas de las señoras pudientes
en barrios que jamás conoceré

Ni siquiera en cautiverio.

Pero vivo en una especie de DF
sobrepoblado
de bolsas de consorcio
gatillo fácil 
impunidad institucional
envuelta en papel glasé
devenido en joyería incaica poscolonial.

Me alimento del humo rancio
del transporte público
y de los fetos arrancados
de las matrices con tenazas
trozos de mamposterías que caen
de los rascacielos por puro descuido burocrático
de los mismos señores burgueses
que se indignan
a la primera semana de gestación
de las madres de escasos recursos.

Esos señores que usan ”escasos recursos”
como aquellos estudiantes de trabajo social
que también se indignan
con la falta de alimentación
y la carencia
haciendo mesas debates
en el inmenso Mc Donalds
de un hiperlumínico shopping.

Tengo atragantado un asco mayúsculo
enorme
sobredimensionado
por las posecitas queer del reviente
del amor libre en medio
de la enajenación impúdica del deseo.
como si haber leído cuatro libros de la Butler,
nos dejara quirúrgicamente insensibles
a las posibilidades de la metáfora cancina
de las mariposas que rasguean
las paredes del tórax de un cuerpo que ama.

Como si la única posibilidad de amar
fuera
la que chorrea Corín Tellado
en las bibliotecas de las amas de casa.

Tanta pose,
en medio del smog
me aturde
y hay bocinas sobreexigidas
gritando
proclamas en arameo
que traduzco
no por un saber previo
sino porque el chillido rimbombante
de la consignas de otros
las he oído en todos los idiomas
de boca de todos los dogmas
que siguen sin poderle explicar a estos pulmones
por qué se agitan
a punto de ebullición
cuando tu mano roza
impúdicamente mi espalda.

El llanto fracasado - Jaime Sabines

Roto, casi ciego, rabioso, aniquilado,
hueco como un tambor al que golpea la vida,
sin nadie pero solo,
respondiendo las mismas palabras para las mismas
cosas siempre,
muriendo absurdamente, llorando como niña, asqueado.
He aquí éste que queda, el que me queda todavía.
Háblenle de esperanza,
díganle lo que saben ustedes, lo que ignoran,
una palabra de alegría, otra de amor, que sueñe.

Todos los animales sobre la tierra duermen.
Sólo el hombre no duerme.
¿Han visto ustedes un gesto de ternura en el rostro de
un loco dormido?
¿Han visto un perro soñando con gaviotas?
¿Qué han visto?

Nadie sino el hombre pudo inventar el suicidio.
Las piedras mueren de muerte natural.
El agua no muere.
Sólo el hombre pudo inventar para el día la noche,
el hambre para el pan,
las rosas para la poesía.

Mortalmente triste sólo he visto a un gato, un día,
agonizando.
Yo no tengo la culpa de mis manos: es ella.
Pero no fue escrito:
Te faltará una mujer para cada día de amor.

Andarás, te dijeron, de un sitio a otro de la muerte
buscándote.
La vida no es fácil.
Es más fácil llorar, arrepentirse.

En Dios descansa el hombre.
Pero mi corazón no descansa,
no descansa mi muerte,
el día y la noche no descansan.

Diariamente se levantan los montes, el cielo se ilumina
el mar sube hacia el mar
los árboles llegan hasta los pájaros.
Sólo yo no me alumbro, no me levanto.

Háblenle de tragedias a un pescado.
A mí no me hagan caso.
Yo me río de ustedes que piensan que soy triste
como si la soledad o mi zapato
me apretaran el alma.

[...]

No me digan ustedes en dónde están mis ojos,
pregunten hacia dónde va mi corazón.

Les dejaré una cosa el día último,
la cosa más inútil y más amada de mí mismo,
la que soy yo y se mueve, inmóvil para entonces,
rota definitivamente.
Pero les dejaré también una palabra,
la que no he dicho aquí, inútil, amada.

Ahora vuelve el sol a dejarnos.
La tarde se cansa, descansa sobre el suelo, envejece.
Trenes distantes, voces, hasta campanas suenan.
Nada ha pasado.

lunes, 29 de noviembre de 2010

Fragm. Un Soplo de Vida - Clarice Lispector



AUTOR: Esto no es una lamentación, es el grito de un ave de rapiña. Irisada e inquieta. Un beso en la cara muerta.
Escribo como si fuese a salvar la vida de alguien. Probablemente mi propia vida. Vivir es una especie de locura que la muerte comete. Porque en ellos vivimos, vivan los muertos.
De repente las cosas no tienen por qué tener sentido. Me satisfago en ser. ¿Tú eres? Estoy seguro de que sí. El sinsentido de las cosas me provoca una sonrisa de complacencia. Todo, sin duda, debe de estar siendo lo que es.
Hoy es un día de nada. Hoy es hora cero. ¿Existe por casualidad un número que no sea nada? ¿Qué es menos que cero? ¿Qué comienza en lo que nunca ha comenzado porque siempre era?, y ¿era antes de siempre? Me adhiero a esta ausencia vital y rejuvenezco por entero, al mismo tiempo contenido y total. Redondo sin principio ni fin, soy el punto antes del cero y del punto final. Camino sin parar del cero al infinito. Pero al mismo tiempo todo es tan fugaz. Siempre fui einmediatamente dejaba de ser. El día transcurre a su aire y hay abismos de silencio en mí. La sombra de mi alma es el cuerpo. El cuerpo es la sombra de mi alma. Este libro es la sombra de mí. Pido la venia para pasar. Me siento culpable cuando no obedezco. Soy feliz a deshora. Infeliz cuando todos bailan. Me dijeron que los lisiados se regocijan y también me dijeron que los ciegos se alegran. Y es que los infelices se resarcen.
Nunca la vida ha sido tan actual como hoy: por un tris no es el futuro. El tiempo para mí significa disgregación de la materia. La putrefacción de lo orgánico, como si el tiempo fuese un gusano dentro de un fruto y le robase al fruto toda su pulpa. El tiempo no existe. Lo que llamamos tiempo es el movimiento de evolución de las cosas, pero el tiempo en sí no existe. O existe inmutable y en él nos trasladamos. El tiempo pasa demasiado deprisa y la vida es tan corta. Entonces --para no ser presa de la voracidad de las horas y de las novedades, que hacen pasar el tiempo deprisa-- cultivo una especie de tedio. Saboreo así cada detestable minuto. Y cultivo también el vacío silencio de la eternidad de la especie. Quiero vivir muchos minutos en un solo minuto. Quiero multiplicarme para poder abarcar incluso esas áreas desérticas que dan idea de inmovilidad eterna. En la eternidad no existe el tiempo. Noche y día son contrarios porque son el tiempo y el tiempo no se divide. De ahora en adelante el tiempo será siempre actual. Hoy es hoy. Me sorprendo y al mismo tiempo desconfío de tanto que me es dado. Y mañana tendré de nuevo un hoy. Hay algo doloroso y tajante en vivir el hoy. El paroxismo de la nota más fina y alta de un violín insistente. Pero está el hábito y el hábito anestesia. El aguijón de la abeja del día floreciente de hoy. Gracias a Dios, tengo qué comer. El pan nuestro de cada día.

Querría escribir un libro. Pero ¿dónde están las palabras? Se agotaron los significados. Nos comunicamos como sordomudos con las manos. Querría que me diesen permiso para escribir a un son arpado y agreste la escoria de la palabra. Y prescindir de ser discursivo. Así: polución.

¿Escribo o no escribo?

Saber desistir. Retirarse o no retirarse: ésta es muchas veces la cuestión para un jugador. A nadie le enseñan el arte de retirarse. Y no hay nada de raro en la situación angustiosa en la que debo decidir si tiene algún sentido continuar jugando. ¿Seré capaz de retirarme dignamente? ¿O soy de los que se obstinan en seguir aguardando a que algo ocurra? ¿Algo como por ejemplo, el propio fin del mundo? ¿Mi muerte súbita acaso, hipótesis que volvería superfluo mi desistimiento?

No quiero competir en una carrera conmigo mismo. Un hecho. ¿Cómo se vuelve al hecho? ¿Debo interesarme por el acontecimiento? ¿Podré descender hasta el punto de llenar las páginas con informaciones sobre los "hechos"? ¿Debo imaginar una historia o doy rienda suelta a la inspiración caótica? Tanta falsa inspiración. ¿Y si viene la verdadera y no llego a tomar conciencia de ella? ¿Será demasiado horrible querer adentrarse en uno mismo hasta el límpido yo? Sí, y cuando el yo comienza a no existir, a no reivindicar nada, comienza a formar parte del árbol de la vida: eso es lo que lucho por alcanzar. Olvidarse de sí mismo y no obstante vivirintensamente.

Tengo miedo de escribir. Es tan peligroso. Quien lo ha intentado lo sabe. Peligro de hurgar en lo que está oculto, pues el mundo no está en la superficie, está oculto en sus raíces sumergidas en las profundidades del mar. Para escribir tengo que instalarme en el vacío. Es en este vacío donde existo intuitivamente. Pero es un vacío terriblemente peligroso: de él extraigo sangre. Soy un escritor que tiene miedo de la celada de las palabras: las palabras que digo esconden otras: ¿cuáles? Tal vez las diga. Escribir es una piedra lanzada a lo hondo del pozo.

ANGELA: A veces sólo para sentir que vivo pienso en la muerte. La muerte me justifica.
Un objeto envejece porque tiene dinámica dentro de sí.
En vez de decir "mi mundo" digo, audaz: el mundo depende de mí. Porque si no existe, cesa en mí el Universo. ¿Empezará después de la muerte la abstracción?
¿Yo, reducida a una palabra? ¿pero qué palabra me representa? Algo sé: no soy mi nombre. Mi nombre pertenece a los que me llaman. Pero mi nombre íntimo es: cero. Es un eterno comienzo permanentemente interrumpido por mi consciencia de comienzo.
Dios no es el principio ni el fin. Es siempre el medio.

AUTOR: A veces los que no creen son más aptos para recibir como milagro reluciente el maná que cae de ningún lugar. Ese "ningún lugar" es el aire. Y el aire es lo que los demás llaman Dios. Yo llamo a Dios como él quiere que lo llamen. Es así: abro la boca y como modo de llamarlo dejo salir de mí un sonido. Este sonido es sencillo. Y tiene que ver con el soplo vital. El sonido se limita a ser apenas lo siguiente: Ah...
Ah... la absoluta indiferencia bondadosa y sagaz... Ah... y es hacia ese Ah que como en una respiración vamos con nuestro Ah al encuentro de Él.
Es una cuestión de aliento, de soplo vital.
Meditar es un vicio, se le toma gusto.
Y el resultado de la meditación es Ah, lo que nos vuelve dioses. Está muy bien pero ahora decime para qué ser Dioses o Humanos.
Parece que nos complace poder decir Ah. Entonces termino atravesado por la voz de Dios y aquí digo como quien sopla despacio: Ah...
Nacimos para gozar de este Ah ¿Me bastará ser? No lo sé. No sé qué estoy diciendo.
La planta necesita agua, luz-calor-tierra-aire para justificar su ser ¿y a nosotros nos justifica el Ah?
Hay alguien que espera atrás de nuestro hombro izquierdo para tocarnos y para que digamos Ah...
Cuando digo te quiero, me quiero a mí en vos.
No soy relativo, soy infinito por eso en cada ser me reflejo, en cada ser me encuentro.
La más perfecto que existe en el universo es el aire. El aire es Dios accesible a nosotros. Cuando hablo sobre cosas no estoy cosificando la vida y sí humanizando lo que es inerte. Todo esto es como ya lo dije antes, juego limpio.
No escondo ninguna de las cartas. Y si tengo algún estilo, que venga y aparezca porque no voy a buscarlo.
Todo nacimiento supone un rompimiento.
Me invitaron a ver un parto pero no tengo fuerzas para ver el nacimiento dramático de la aurora en las montañas cuando el sol es de fuego.
Todo nacimiento es una crueldad. Se debería dejar dormir lo que quiere dormir.
Mi maldad viene del malo acomodamiento del alma en el cuerpo. Está apretada, le falta espacio interior.
Ella no se dejó doblar ninguna ver en cuatro patas por el dolor de existir, ese dolor al que de vez en cuando debemos obedecer para seguir viviendo como un buen burgués.
Le pregunto a Dios ¿Por qué los otros? Y Él me contesta ¿Por qué vos? a nuestras preguntas Dios contesta con una pregunta mayor y así nos ensanchamos en espasmos para que crezca un niño en nosotros. Pero -pero paz sobre la tierra y tranquila luz en el aire. Dios que es la nada-todo brilla en el fulgor suave de un eterno presente, durmamos entonces hasta la semana que viene.
¿Y yo? ¿No seré mi propio personaje? ¿Sera que yo me invento? Lo único que sé de mí es que soy el producto de un padre y de una madre. Es todo lo que sé sobre la creación y la vida.
Queremos penetrar en el reino de Dios por los pecados porque, si no fuese por el pecado, no habría perdón y no podríamos llegar hasta Él.
Me refugié en la locura porque la razón no me bastaba.
Espero lo que está ocurriendo. Éste es mi único futuro y pasado.
Un día el amparo en Dios y por ínfimo que haya sido aprendemos a estar en el regazo tibio cuando nacimos.
No servir de nada es la libertad. Tener un sentido sería volvernos mezquinos, somos gratuitamente sólo por el placer de ser.
Y del futuro esperaremos conscientes la falta de sentido, una libertad en el decir, en el sentir Ah...
La felicidad se resume en sentir con alivio un Ah, entonces levantemos nuestras copas y modestamente brindemos un Ah a Dios.
Aunque me cueste terminar duele tanto la despedida ¿no? Bueno, porque en mí duele Ah.
¿Para qué Dios?
Por qué no se queda sentada fumando y muriéndose de hambre Ah porque querés poder decir Ah.
¿Sólo existimos para tener alivio?
Presto atención sólo por prestar atención: en el fondo no quiero saber.
No quiero nada.
Dios es abstracto. Ésta es nuestra tragedia.

ANGELA: Ser feliz es una responsabilidad muy grande. Poca gente se anima. Yo me animo pero con un poco de miedo. Es feliz quien aceptó la muerte. Cuando estoy demasiado feliz, siento una angustia que me amordaza: me asusto.
Soy tan miedosa. Me da miedo estar viva porque quien tiene vida un día se muere. Y el mundo me violenta. Los instintos exigentes, el alma cruel, la crudeza de los que no tienen pudor, las leyes que hay que obedecer, el asesinato -todo esto me da vértigo como hay gente que se desmaya si ve sangre: el estudiante de medicina con la cara pálida y los labios blancos frente al primer cadáver que debe disecar. Me asusta cuando de pronto veo las entrañas del espíritu de los otros. O cuando caigo sin querer bien hondo adentro mío y veo el abismo interminable de la eternidad, abismo a través del cual me comunico fantasmagórica con Dios. El temor. Los suicidas muchos se matan porque les da miedo morirse. No soportan la tensión creciente de la vida y de la espera de lo peor -y se matan para liberarse de la amenaza.
Uno sale de un Alfa hacia un Omega y se destruye y trabaja y se divierte y... ¿Para qué? Caminamos hacia una vorágine - irremediablemente.
No hacer nada puede ser aún la solución.
Iban a confundir esto con el suicidio pero es mera coincidencia ¿Tiene sentido buscar tanto la felicidad, bastará ser feliz? ¿Ser feliz es un estado de tolerancia?

8 Poemas en Forma de Artefacto - Roger Wolfe

1. Sofisma

Y ahora
que estás
en España
que como
ya sabrás
es un país
en el que impera
el Estado
de Derecho
nunca olvides
que tu libertad
termina
donde empieza
la libertad
de los demás
le dijo
el funcionario
del Ministerio
del Interior
al inmigrante
magrebí.

2. Derecho

Tienes derecho
a expresar
libremente
todo aquello
que te esté permitido decir.

3. Payaso

Al terrorismo
se le llama
convivencia
si lo ejerce
un payaso
uniformado
con apoyo
de la grey.

4. Moscas

Los demócratas
han aprendido
de las moscas:
cuanto mayor
sea el tamaño
de la mierda
tanto más grande
es el consenso.

5. Periodismo

Lanza la mierda
y lávate las manos.

6. El poder de la palabra

Usté no sabe
con quién
se está metiendo
dijo el borracho
en la
comisaría.
Porque soy
poeta
y fui tocado
por los dioses
con el poder
de la palabra.
Y le partieron
la otra ceja
antes de darle
por el culo
con su propia
estilográfica.

7. Racismo

No hay color
que no se doblegue
al del dinero.

8. Compromiso
                                                                         -¿Eres político, Lou?

                  -¿Político? ¿Con respecto a qué? Dame un tema.

                 te daré un pañuelo, y me limpias el culo con él...

                                                       Lou Reed, "Take no Prisoners"
Hay escritores
que se empeñan
en que los libros
siempre están
en otra parte.
Somalia
Nicaragua
Mongolia
Pernambuco
Sarajevo
qué más da.
Y si te paras
a pensarlo
tiene gracia
porque al final
aciertan
sin saberlo:
cualquier
jodida parte
menos donde ellos
estén.

Tabaquería - Fernando Pessoa



No soy nada.
Nunca seré nada.
No puedo querer ser nada.
A parte de eso, tengo en mí todos los sueños del mundo.
Ventanas de mi cuarto,
De mi cuarto de uno de los millones en el mundo que nadie sabe
quién es
(Y si supiesen, ¿qué sabrían?),
Dais al misterio de una calle cruzada constantemente por gente,
A una calle inaccesible a todos los pensamientos,
Real, imposiblemente real, cierta, desconocidamente cierta,
Con el misterio de las cosas bajo las piedras y los seres,
Con la muerte que mancha de humedad las paredes y hace
blancos los cabellos de los hombres,
Con el Destino que conduce la carroza de todo por el camino de
nada.
Estoy hoy vencido, como si supiese la verdad.
Estoy hoy lúcido, como si estuviese por morir,
Y no tuviese más hermandad con las cosas
Que la de una despedida, tornándose esta casa a este lado de la
calle
La hilera de vagones de un tren, y el silbido de una partida
Dentro de mi cabeza,
Y una sacudida de mis nervios y un chirriar de huesos al arrancar.
Estoy hoy perplejo, como quien pensó y halló y olvidó.
Estoy hoy dividido entre la lealtad que debo
A la Tabaquería del otro lado de la calle, como cosa real por fuera,
Y a la sensación de que todo es sueño, como cosa real por dentro.
Fallé en todo.
Como no hice ningún propósito, tal vez todo fuese nada.
El aprendizaje que me dieron,
Descendí por la ventana trasera de la casa.
Fui al campo con grandes propósitos.
Pero allí sólo encontré yerbas y árboles,
Y cuando había gente era igual a la otra.
Me retiro de la ventana y me siento en una silla. ¿En qué he de
pensar?
¿Qué sé yo lo que seré, yo, que no sé lo que soy?
¿Ser lo que pienso? ¡Pienso ser tanta cosa!
¡Y hay tantos que piensan ser la misma cosa que no puede haber
tantos!
¿Genio? En este momento
Cien mil cerebros se piensan en sueños genios como yo,
Y la historia no señalará, ¿quién sabe? ni a uno,
No habrá sino un muladar para tantas futuras conquistas.
No, no creo en mí.
¡En todos los manicomios hay tantos locos deschavetados con
tantas certezas!
Yo, que no tengo ninguna certeza, ¿soy más cierto o menos cierto?
No, ni en mí...
¿En cuántas buhardillas y no buhardillas del mundo
No están en esta hora genios-para-sí-mismos soñando?
¿Cuántas aspiraciones altas y nobles y lúcidas—
Sí, verdaderamente altas y nobles y lúcidas—,
Y quién sabe si realizables,
¿Nunca verán la luz del sol real ni hallaran oídos de nadie?
El mundo es de quien nace para conquistarlo
Y no para quien sueña que puede conquistarlo, aunque tenga
razón.
He soñado más que Napoleón.
He abrazado contra el pecho hipotético más humanidades que
Cristo.
Hice filosofías en secreto que ningún Kant escribió.
Pero soy, y tal vez seré siempre, el de la buhardilla,
Aunque no viva en ella;
Seré siempre el que no nació para esto,
Seré siempre sólo el que tenía cualidades;
Seré siempre el que esperó que le abriesen la puerta al pie
de una pared sin puerta,
Y cantó la cantiga del Infinito en un gallinero,
Y escuchó la voz de Dios en un pozo cegado.
¿Creer en mí? No, ni en nada.
Que me derrame la Naturaleza sobre la cabeza ardiente
Su sol, su lluvia, el viento que me despeina,
Y lo demás que venga si viene o que tenga que venir, o que no
venga.
Esclavos cardíacos de las estrellas,
Conquistamos todo el mundo antes de levantarnos de la cama;
Pero nos despertamos y él es opaco,
Nos levantamos y es ajeno,
Salimos de casa y es la tierra entera,
Más el sistema solar y la Vía Láctea y lo Indefinido.
(Come chocolates, niña;
¡Come chocolates!
Mira que no hay más metafísica en el mundo que la de los
chocolates.
Mira que todas las religiones no enseñan más que la confitería.
¡Come, niña sucia, come!
¡Si pudiera yo comer chocolates con la misma verdad con que tú
los comes!
Pero yo pienso y, al quitarles el papel plateado, que es de estaño,
Arrojo todo al suelo, como tiré la vida.)
Pero queda al menos de la amargura de lo que nunca seré
La caligrafía rápida de estos versos,
Pórtico hendido hacia lo Imposible.
Pero al menos dedico a mí mismo un desprecio sin lágrimas,
Noble al menos por el gesto amplio con que arrojo
La ropa sucia que soy, sin motivo, para el decurso de las cosas,
Y me quedo en casa sin camisa.
(Tú que consuelas, que no existes y por eso consuelas,
O diosa griega, concebida como estatua con vida,
O patricia romana, imposiblemente noble y nefasta,
O princesa de trovadores, gentilísima y colorida,
O marquesa del siglo dieciocho, escotada y distante,
O cocotte célebre del tiempo de nuestros padres,
O no sé qué moderno —no concibo bien qué—,
Todo eso, sea lo que fuera, lo que sea, si puede inspirar ¡qué
inspire!
Mi corazón es un balde vacío.
Como invocan espíritus los que invocan espíritus me invoco
Me invoco a mí mismo y nada encuentro.
Me acerco a la ventana y veo la calle con una nitidez absoluta.
Veo las tiendas, veo las aceras, veo los coches que pasan.
Veo los entes vivos vestidos que se cruzan,
Veo los perros que también existen,
Y todo esto me pesa como un condena al destierro,
Y todo esto es extranjero, como todo.)
Viví, estudié, amé y hasta creí,
Y hoy no hay mendigo al que no envidie sólo por no ser yo.
En cada uno miro los andrajos y las llagas y la mentira,
Y pienso: tal vez nunca hayas vivido ni estudiado ni amado ni
creído
(Porque es posible hacer la realidad de todo eso sin hacer
nada de eso);
Tal vez hayas existido apenas, como un lagarto a quien cortan
la cola
Y que es cola más acá del lagarto que se retuerce.
Hice de mí lo que no supe,
Y lo que pude hacer de mí no lo hice.
Vestí un disfraz equivocado.
Me tomaron enseguida por quien no era, y no lo desmentí, y me
perdí.
Cuando quise arrancarme la máscara,
Estaba pegada a la cara.
Cuando la arrojé y me vi en el espejo,
Ya había envejecido.
Estaba borracho, y no sabía vestir el disfraz que no me había
quitado.
Arrojé la mascara y dormí en el vestidor
Como un perro tolerado por la gerencia
Por ser inofensivo
Y voy a escribir esta historia para probar que soy sublime.
Esencia musical de mis versos inútiles,
quién pudiera encontrarte como cosas que yo hice,
Y no quedarme siempre enfrente de la Tabaquería de enfrente,
Pisoteando la conciencia de estar existiendo,
Como un tapete con el que tropieza un borracho
O la esterilla que los gitanos roban y no vale nada.
Pero el Dueño de la Tabaquería se asomó a la puerta y se quedó
en ella.
Lo miro con la incomodidad de la cabeza torcida
Y con la incomodidad de una alma que mal entiende.
Él morirá y yo moriré.
Él dejará el letrero, yo dejaré versos.
Y un día morirá el letrero y también mis versos.
Después morirá la calle donde estuvo el letrero,
Y la lengua en que fueron escritos los versos.
Morirá después el planeta girante en que todo esto sucedió.
En otros satélites de otros sistemas cualquier cosa como nosotros
Continuará haciendo cosas como versos y viviendo debajo de las
cosas como letreros,
Siempre una cosa frente a otra,
Siempre una cosa tan inútil como la otra.
Siempre lo imposible tan estúpido como lo real,
Siempre el misterio del fondo tan cierto como el sueño del
misterio de la superficie,
Siempre ésta o aquella cosa o ni una ni la otra cosa.
Pero un hombre entró en la Tabaquería (¿a comprar tabaco?),
Y la realidad plausible cae de repente sobre mí.
Me incorporo a medias enérgico, convencido, humano,
Y voy a intentar escribir estos versos en los que digo lo contrario.
Enciendo un cigarro al pensar en escribirlos
Y saboreo en el cigarro la liberación de todos los pensamientos.
Sigo el humo como mi camino,
Y gozo, en un momento sensitivo y adecuado,
La liberación de todas las especulaciones
Y la conciencia de que la metafísica es la consecuencia de una
indisposición.
Después me reclino en la silla
Y sigo fumando.
Seguiré fumando hasta que el Destino me lo permita.
(Si me casase con la hija de mi lavandera
Tal vez sería feliz.)
Visto esto, me levanto de la silla. Me acerco a la ventana.
El hombre salió de la Tabaquería (¿guarda el cambio en el bolsillo
del pantalón?).
Ah, lo conozco: es Esteves sin metafísica.
(El Dueño de la Tabaquería llegó a la puerta.)
Como por un instinto divino, Esteves se volvió y me vio.
Hizo una señal de adiós, le grité ¡Adiós, Esteves!, y el universo
Se reconstruye en mí sin ideal ni esperanza, y el Dueño de la
Tabaquería sonrió.

*Álvaro de Campos

Es allí adonde voy - Clarice Lispector

Más allá de la oreja existe un sonido, la estremidad de la mirada un aspecto, las puntas de los dedos un objeto: es allí a donde voy.
La punta del lápiz el trazo.
Donde expira un pensamiento hay una idea, en el último suspiro de la alegría otra alegría, en la punta de la espalda la magia: es allí a donde voy.
En la punta del pie el salto.
Parece la historia de alguien que fue y no volvió: es allí a donde voy.
¿O no voy? Voy, sí. Y vuelvo para ver cómo están las cosas. Si continúan mágicas. ¿Realidad? Te espero. Es allí a donde voy.
En la punta de la palabra está la palabra. Quiero usar la palabra "tertulia", y no sé dónde ni cuando. Al lado de la terulia está la familia. Al lado de la familia estoy yo. Al lado de mí estoy yo. Es hacia mí adonde voy. Y de mí salgo para ver. ¿Ver qué? Ver lo que existe. Después de muerta es hacia la realidad adonde voy. Mientras tanto, lo que hay es un sueño. Sueño fatídico. Pero después, después todo es real. Y el alma libre busca un canto para acomodarse. Soy un yo que anuncia. No sé de qué estoy hablando. Estoy hablando de nada. Yo soy nada. Después de muerta me agrandaré y me esparciré, y alguien dirá con amor mi nombre.
Es hacia mi pobre nombre adonde voy.
Y de allá vuelvo para llamar al nombre del ser amado y de los hijos. Ellos me responderán. Al fin tendré una respuesta. ¿Qué respuesta? La del amor. Amor: yo os amo tanto. Yo amo el amor. El amor es rojo. Los celos son verdes. Mis ojos son verdes. Pero son verdes tan oscuros que en las fotografias salen negros. Mi secreto es tener los ojos verdes y que nadie lo sepa.
En la extremidad de mí estoy yo. Yo, implorante, yo, la que necesita, la ue pide, la que lllora, la que se lamenta. Pero la que canta. La que dice palabras. ¿Palabras al viento? Qué importa, los vientros las traen de nuevo y yo las poseo.
Yo al lado del viento. La colinda de los vientos aullantes me llama. Voy, bruja que soy. Y me transmuto.
Oh cachorro, ¿dónde está tu alma? ¿Está cerca de tu cuerpo? Yo estoy cerca de mi cuerpo. Y muero lentamente.
¿Qué estoy diciendo? Estoy diciendo amor. Y cerca del amor estamos nosotros.

Observaciones sobre el derecho a Castigar - Clarice Lispector


1. No hay derecho a castigar. Hay sólo poder para castigar. El hombre es castigado por su crimen porque el estado es mas fuerte que él, la guerra, gran crimen, no es castigada porque, si por encima de un hombre hay hombres, por encima de los hombres no hay nada más.
Y no hay derecho a castigar porque la misma representación del crimen en la mente humana es inestable y relativa: ¿cómo pensar que puedo castigar basándome solo en que mi criterio para juzgar si un acto es criminal o no es superior a todos los demás criterios? ¿cómo creer que tenemos verdaderamente el derecho a castigar si sabemos que no observar el acto X, hoy acto delictivo, se consideraba igualmente delito? “Ninguno de nosotros puede alardear de no ser un delicuente en relación con un estado social dado, pasado, futuro o posible”, dijo Tarde.
Lo que es cierto, la cuestión del castigo, es que determinadas instituciones, en una época dada, al sentirse amenazadas en su solidez por la penetración de determinados actos, los considera punibles. Muchas veces en estos actos no hay ni rastros de un delito natural, esas instituciones sólo quieren defenderse. Otra humanidad hablaría de “derecho a defenderse”, derecho a luchar, a dejar comparecer en el campo de batalla a la institución vieja y a la nueva. Porque el crimen, la mayoría de las veces, significa un ataque a determinada institución vigente, y si no fuese castigado representaría el derrumbamiento de esa institución y el establecimiento de una nueva. Así se llevaría a cabo una evolución más rápida y violenta, de resultados probablemente malos, teniendo en cuenta la frecuente anormalidad del delincuente. La sociedad, sin embargo, más sabiamente, prefiera hablar de “un derecho a castigar”, fuerza unilateral que garantice una buena defensa contra el ataque a su estabilidad.
2. Una hipótesis sobre la aparición y evolución del derecho a castigar:
Al principio no existían derechos, sino poderes. Desde que el hombre pudo vengar la ofensa que se le había infligido y comprobó que esa venganza lo satisfacía y atemorizaba al posible reincidente, sólo dejó de ejercer su fuerza ante una fuerza mayor. Sin embargo, como sucede muchas veces en el terreno biológico, la reacción – venganza – empezó a superar con creces a superar a la acción – ofensiva – que la había provocado. Los débiles se unieron y entonces empezó exactamente el plan, es decir, la instrucción de lo conciente y del razonamiento en el mecanismo social, o mejor, ahí empezó la sociedad propiamente dicha. Los débiles unidos no dejan de ser una fuerza. Los débiles, ladinos y sofistas, los primeros inteligentes de la historia de la humanidad, procuraron someter aquellas relaciones, hasta entonces naturales, biológicas y necesarias, al dominio del pensamiento. Surgió como defensa, la idea de que, a pesar de no tener fuerza, tenían derechos. Nuevas nociones de justicia, caridad, igualdad, deber, se fueron insinuando en aquel grupo primitivo, instituidas por los que las necesitaban, tan seguro como que las primeras medicinas fueron inventadas por los enfermos. Y en el espíritu del hombre se fue formando lo que correspondía a tal cambio: un superyó más o menos fuerte que en adelante regiría y fiscalizaría las relaciones del nuevo hombre con sus semejantes frente a la sociedad, que le impediría perpetrar actos considerados prohibidos por todos. A medida que estas nociones se fueron plasmando en el individuo y con el transcurrir de las generaciones, los medios de vida fueron extinguiendo cada vez más su posibilidad de usar la fuerza bruta en las relaciones entre los hombres. En la resolución de sus litigios ya no aparecía el fuerte y musculoso frente al menos poderoso por nacimiento y naturaleza. Igualados por las mismas condiciones, debilitada su agresividad animal por el nacimiento del superyó (hombre social), firmaron (sin ser concientes de ese objetivo) una especie de tratado de paz: las leyes, por las cuales, los intereses y las prohibiciones no serían violados reciprocamente, bajo garantía de un castigo por parte de la colectividad. Es el paso del castigo administrado por el ofendido al castigo que procede toda una sociedad. Y eso se explica: si todos estuviesen en condiciones más o menos iguales sería difícil la defensa; para mantener la inviolabilidad de las leyes hicieron titular del derecho a toda la colectividad, un adversario fuerte.
El resto sigue naturalmente. A los más capaces, a los más fuertes, se les atribuye la vigilancia de las leyes, y constituyen el primer Estado, es decir, el organizador permanente de la estabilidad social. Ese nuevo órgano fortalecido por todos en el transcurso de los tiempo pasó a encarnar el poder, independientemente de la aquiescencia individual. Y ese órgano se concede a sí mismo, sin otro fundamento, el “derecho a castigar”.
3. Una lección de Socrates enseñaba que antes de cualquier discusión filosófica había que definir los términos. De hecho, ¿al hablar de derecho a castigar no se incluyen bajo ese término contenidos diferentes? actualmente, en realidad, no es a castigar a lo que hay derecho, sino a defenderse, a impedir, a luchar. Castigar es sólo un resquicio del pasado, cuando la venganza era el objetivo de la sentencia. Y la permanencia de ese término en el vocabulario jurídico es un ligero indicio de que la pena hoy administrada todavía no es una pena científica, impersonal, sino que en ella entran mucho de los sentimientos individuales de los que aplican el derecho (como el sadismo y la idea de fuerza que confiere el “derecho a castigar”). Y en este caso incluso repugna admitir un “derecho a castigar”.
Ahora bien, si hablamos de un derecho a defender la sociedad contra la reincidencia de un delito, de un derecho a tomar la dirección de una vida para restituirla a la normalidad, entonces sería débil la expresión “derecho a castigar”. Debería hablarse de “derecho de castigar”.
4. La teoría de un contrato social estipulado entre los hombres y los Estados, que concede a éstos el derecho a castigar, peca porque confiere a la evolución de la sociedad y del derecho mucho de intervención consciente del hombre. “Il n’y a personne qui, en entrant dans une société civile, stipule de l’Etat qu’il le punira s’il commet quelque crime” dijo Pastoret. Y se retira el elemento “voluntad” de ese contrato ipso facto, pierde el caracter de contrato.
5. Hubo un tiempo en el que la medicina se contentaba con apartar al enfermo, sin curarlo y sin procurar sanar las causas que producían la enfermedad. Así es hoy la criminología y la institución del castigo.
Surge en la sociedad un crimen, que es sólo uno de los síntomas de un mal que forzosamente debe de estar en esa sociedad. ¿Qué hacen? usan el paliativo de la pena, sofocan el síntoma… y se considera cerrado el proceso. ¿Cómo imaginar entonces que el fundamento de ese poder que la sociedad tiene de castigar está en su legitimidad, si esa legitimidad sólo se aplicaría por su utilidad? ¿Y dónde está su utilidad? Si X comete un robo y es encarcelado, ¿A, B, C, D ya no pueden cometer el mismo delito? El castigo ha olvidad enfrentarse a la reincidencia en su sentido más lato.
Sólo habrá “derecho a castigar” cuando castigar signifique el empleo de aquella vacuna de la que hablaba Carnelucci contra el germen del delito. Hasta entonces sería preferible abandonar la discusión filosófica de un fundamento del derecho a castigar, y, con la cabeza baja continuar administrando morfina a los dolores de la sociedad.
Nota: un colega nuestro ha dicho que este artículo es “sentimental”. Quiero aclararle que el Derecho Penal trata de cosas humanas por excelencia, sólo se puede estudiar, pues, humanamente. Y si el adjetivo “sentimental” se debe a mi alusión a ciertas cuestiones extrapenales, le diré que no se puede llegar a conclusiones en ningún campo sin establecer las premisas indispensables.
Clarice Lispector

domingo, 28 de noviembre de 2010

Carta a Sèvres - María Negroni

“…Ahora que llueve, que irrumpen las voces
de la noche, el vientre de la noche, la inspiración azul.
Que todo se derrumba al fondo de sí mismo, los héroes huyen,
el silencio brama, lo cerrado es abierto, la parte el todo,
lo ambiguo ambiguo. Que me pierdo en ciudades que aún no he sido,
azorada de lo que existe sin ninguna razón, sin reclamar
un sentido, y es vasto y múltiple y vacío como un poema
que le habla a Dios. Que estas líneas al filo de mi cuerpo
consuman por fin lo inexistente y su alegría, este elusivo
interregno que soy, ese jardín ilegible donde la dama deshonesta
escribe en su rincón de sombras. Y todo sucede tan lento,
el temor y la tensión, ese futuro perdido como una pena,
el deseo que hace tanto es una enfermedad, todo ocurre
como si lo hubiera traido un visitante, una parte de mi
más grande que yo, la que tiene un sueño incumplido pero la idea
se le escapa, como una promesa. Y está bien así, todo
debe aprender a perder, a volver al reino de lo desconocido
incluso el amor más durable, el que se ignora a si mismo.
Ahora que los cantos no importan, o importan en la medida
en que fracasan (pues la belleza se revela -sólo-
en aquello que se quiebra), que me he quedado sola,
sola en la casa ciega, yo, la novia sensual de la penumbra,
y alguien susurra a mi oido el arte de limpiar el jardín…”

jueves, 25 de noviembre de 2010

Poema - Susana Thenon

“Yo creo en las Noches”
R. M. Rilke

Ayer tarde pensé que ningún jardín justifica
el amor que se ahoga desaforadamente en mi boca
y que ninguna piedra de color, ningún juego,
ninguna tarde con más sol que de costumbre
alcanza a formar la sílaba,
el susurro esperado como un bálsamo,
noche y noche.
Ningún significado, ningún equilibrio, nada existe
cuando el no, el adiós,
el minuto recién muerto, irreparable,
se levantan inesperadamente y enceguecen
hasta morirnos en todo el cuerpo, infinitos.
Como un hambre, como una sonrisa, pienso,
debe ser la soledad
puesto que así nos engaña y entra
y así la sorprendemos una tarde
reclinada sobre nosotros.
Como una mano, como un rincón sencillo
y umbroso
debería ser el amor
para tenerlo cerca y no desconocerlo
cada vez que nos invade la sangre.
No hay silencio ni canción que justifiquen
esta muerte lentísima,
este asesinato que nadie condena.
No hay liturgia ni fuego ni exorcismo
para detener el fracaso risible
de los idiomas que conocemos.
La verdad es que me ahogo sin pena,
por lo menos he resistido al engaño:
no participé de la fiesta suave, ni del aire cómplice,
ni de la noche a medias.
Muerdo todavía y aunque poco se puede ya,
mi sonrisa guarda un amor que asustaría a dios.

sábado, 20 de noviembre de 2010

Fragm. El Libro del Desasosiego - Fernando Pessoa



"Me irrita la felicidad de todos estos hombres que no saben que son infelices.
Sus vidas humanas estan llenas de todo lo que no seria sino angustia para una sensibilidad verdadera. Pero, como la vida real que llevan es vegetativa, lo que sufren pasa por ellos sin tocarles el alma, y viven una vida que se puede comparar solamentre a la de un hombre con dolor de dientes que hubiese recibido una fortuna - la fortuna autentica de vivir sin darse cuenta, el don más alto que los dioses conceden, porque es el don de permitir a un hombre ser semejante a ellos, superior como ellos (aunque de otro modo) tanto a la alegria
como al dolor.
Por eso, pese a todo, a todos los amo ¡Mis Queridos Vegetales!”

“Todo me cansa, hasta lo que no me cansa. Mi alegría es tan dolorosa como el dolor.[...]

"Entre yo y la vida hay un vidrio tenue. Por más nítidamente que yo vea y comprenda la vida, yo no la puedo tocar. ¿Razonar mi tristeza? ¿Para qué si el raciocinio es un esfuerzo, y quien está triste no puede esforzarse? Ni siquiera abdico de aquellos gestos banales de la vida de los que yo tanto querría abdicar. Abdicar es un esfuerzo, y yo no poseo el alma con que esforzarme. ¡Cuántas veces me aflige no ser el accionador de aquel coche, el conductor de aquel tren! ¡cualquier Otro banal supuesto cuya vida, por no ser mía, deliciosamente me penetra para que yo la quiera y se me finge ajena! Yo no tendría el horror a la vida como a una Cosa. La noción de la vida como un todo no me aplastaría los hombros del pensamiento. Mis sueños son un refugio estúpido, como un paraguas contra un rayo. Soy tan inerte, tan pobrecito, tan falto de gestos y de actos. Por más que por mí me interne, todos los atajos de mi sueño van a dar a claridades de angustia. Incluso yo, el que sueña tanto, tengo intervalos en los que el sueño me huye. Entonces las cosas me parecen nítidas. Se desvanece la neblina en la que me cerco. Y todas las aristas visibles hieren la carne de mi alma. Todas las durezas miradas me duele saberlas durezas. Todos los pesos visibles de objetos me pesan por dentro del alma. Mi vida es como si me golpeasen con ella.”

viernes, 19 de noviembre de 2010

Cantora Nocturna - Alejandra Pizarnik

Joe, macht die Musik von damals nacht…

La que murió de su vestido azul está cantando. Canta imbuida de muerte al sol de su ebriedad. Adentro de su canción hay un vestido azul, hay un caballo blanco, hay un corazón verde tatuado con los ecos de los latidos de su corazón muerto. Expuesta a todas las perdiciones, ella canta junto a una niña extraviada que es ella: su amuleto de la buena suerte. Y a pesar de la niebla verde en los labios y del frío gris en los ojos, su voz corroe la distancia que se abre entre la sed y la mano que busca el vaso. Ella canta.

a Olga Orozco

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Borrador (Sinopsis para un corto) – Gastón Malgieri

Mar del Plata en invierno
es la locación perfecta
de tu película indie lacrimógena.
de tu opera prima éxito en Sundance
de ese devenir en melancolía
que dejó la tormenta
del intento tonto del plano detalle
en el iris insurrecto del llanto que se contiene.
Primera escena:
Hay un colchón de una plaza
cerrando la puerta por donde se fue la certeza.
escupe su último resorte adobado de semen,
arena gruesa,
cenizas de Phillips Morris,
lamparones de fernet.
El labio inferior mordido es
la dentadura enquistada en lo que no se va a decir nunca.
Plano detalle:
El colchón deja una nota
que el protagonista lee respirando
el sándalo escandaloso que se esparce.
Voz en off:
Me niego a seguir reteniendo su olor entre el alambre de mi estructura. Es demasiado. Todo es demasiado. Por eso es mejor que me vaya así. No me busques. Dejame librado al azar de los recolectores de residuos quienes nunca te preguntarán nada, no es ése su trabajo. Ellos solo levantan lo que dejó la huída.
Esa noche fui feliz. ¿Sabés cual? Sonaba Rufus, y el fumaba desnudo mientras vos escribías estas líneas en el rojo cuaderno de tapas de corcho.
El cenicero ahora
es todo el resto de lo que resta
la suma patética que no les ha dando igual
y no saben dónde está el error,
o no hay con quién chequear el resultado.
Un grupo de jubilados abriles patean la rambla,
ven agachado al protagonista
en la punta de la peor escollera
y recuerdan la historia de Alfonsina
que les contó la guía que labura para el PAMI.
Pero ésta no es una historia suicida.
Es la historia del impedimento de un abrazo.
Y entonces el arenal se convierte en quiste.
y es que ambos quieren encastrarse el pecho en el combate
y aparece
el mapa carretero de la imposibilidad como un hematoma
que el jabón en polvo del deseo no quita.
Y es que creen que esto del trenzarse es primitivo
casi una necesidad más que epidérmica
tan de respiración que necesita el oxígeno del otro para acompasar el ajetreo
que duele en las costillas rotas por la caída.
Y aparece entonces el juramento,
sobreimpreso en fotografía sepia
(obvia)
amarronada en el powerpoint con frases de Coelho:
“… si es que no nos volviéramos a ver,
ahora que descubrí el deletreo de las puntas
de tus dedos en el almíbar de mi axila
en otro lado del recóndito mundo
llorarán los dioses de los otros
por algo que el peñasco escribe en arameo
y que a pesar de parecernos cursi,
es necesario”.
La tristeza es ese happy ending repitiéndose en loop
El repeat del repeat del repeat.
El the end del the end del the end.