domingo, 28 de noviembre de 2010

Carta a Sèvres - María Negroni

“…Ahora que llueve, que irrumpen las voces
de la noche, el vientre de la noche, la inspiración azul.
Que todo se derrumba al fondo de sí mismo, los héroes huyen,
el silencio brama, lo cerrado es abierto, la parte el todo,
lo ambiguo ambiguo. Que me pierdo en ciudades que aún no he sido,
azorada de lo que existe sin ninguna razón, sin reclamar
un sentido, y es vasto y múltiple y vacío como un poema
que le habla a Dios. Que estas líneas al filo de mi cuerpo
consuman por fin lo inexistente y su alegría, este elusivo
interregno que soy, ese jardín ilegible donde la dama deshonesta
escribe en su rincón de sombras. Y todo sucede tan lento,
el temor y la tensión, ese futuro perdido como una pena,
el deseo que hace tanto es una enfermedad, todo ocurre
como si lo hubiera traido un visitante, una parte de mi
más grande que yo, la que tiene un sueño incumplido pero la idea
se le escapa, como una promesa. Y está bien así, todo
debe aprender a perder, a volver al reino de lo desconocido
incluso el amor más durable, el que se ignora a si mismo.
Ahora que los cantos no importan, o importan en la medida
en que fracasan (pues la belleza se revela -sólo-
en aquello que se quiebra), que me he quedado sola,
sola en la casa ciega, yo, la novia sensual de la penumbra,
y alguien susurra a mi oido el arte de limpiar el jardín…”

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