sábado, 6 de noviembre de 2010

Fragm. La Manzana en la Oscuridad - Clarice Lispector

…Y él se quedó solo, en la puerta del almacén.
Martim estaba muy sorprendido porque antiguamente él solía saberlo todo. Y ahora -como hecho sin embargo mucho más concreto- no sabía nada. Él, que había crecido como un hombre claro, y a su alrededor todo solía ser visible. Había sido una persona que sabía respuestas, antiguamente él existía sin dolor. La claridad en la que vivía hizo que fuese capaz de hacer un trabajo con números con una paciencia que no se alteraba; y, desnudo por dentro, la ropa le sentaba bien. Listo y elegante. Pero ahora, arrancada de las cosas la capa de palabras, ahora que había perdido el lenguaje, estaba por fin de pie en la tranquila profundidad del misterio. En la puerta del almacén, pues, revitalizado por su gran ignorancia, permaneció de pie en la oscuridad. Ya era casi de noche. Acababa de aprender eso con aquella mujer: a quedarse de pie teniendo un cuerpo.
Entonces los días empezaron a pasar…
Pero si su lengua una vez se había engrosado demasiado en su boca como para poder expresarse, y si en su cabeza no circulaba aire para que el pensamiento pudiese ser algo más que anhelo, ahora detrás de toda claridad estaba la oscuridad. Y de ella procedía la oscura llama de su vida.
Así fue como su vida empezó a sobrepasarlo, los días eran largos, hermosos, y su vida mucho más grande que él. Y él mismo poco a poco, se convirtió en algo más que un hombre solo. Se produjo un desgaste de sus conocimientos anteriores, y, en cuanto a las palabras, meramente las conocía como alguien que una vez hubiese enfermado de ellas y se hubiese curado. Después de todo su crimen tenía sólo el tamaño de un hecho, y no sabía que quería decir con eso.

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