jueves, 23 de diciembre de 2010

Prólogo Serenata Cafiola - Pedro Lemebel



Podría escribir clarito, podría escribir sin tantos recovecos, sin tanto remolino inútil. Podría escribir casi telegráfico para la globa y para la homologación simétrica de las lenguas arrodilladas al inglés. Nunca escribiré en inglés, con suerte digo go home. Podría escribir novelas y novelones de historias precisas de silencios simbólicos. Podría escribir en el silencio del tao con esa fastuosidad de la letra precisa y guardarme los adjetivos bajo la lengua proscrita. Podría escribir sin lengua, como un conductor de CNN, sin acento y sin sal. Pero tengo la lengua salada y las vocales me cantan en vez de educar. Podría escribir para educar, para entregar conocimiento, para que la babel de mi lengua aprenda a sentarse sin decir palabra. Podría escribir con las piernas juntas, con las nalgas apretadas, con un pujo sufi y una economía oriental del idioma. Podría mejorar el idioma metiéndome en el orto mis metáforas corroídas, mis deseos malolientes y mi desbaratada cabeza de mariluz o marisombra, sin sombrilla o con el paraguas al revés, a todo sol para que la globa me haga mundial, exportable, traducible hasta el arameo que me canta como un florido peo. Podría guardarme la ira y la rabia emplumada de mis imágenes, la violencia devuelta a la violencia y dormir tranquilo con mi novelería cursi. Pero no me llamo así, me inventé un nombre con arrastre de tango maricueca, bolero rockerazo, o vedette travestonga. Podría ser el cronista del high life y arrepentirme de mis temas gruesos y escabrosos. Dejar a la chusma en la chusma y hacer arqueología en el idioma hispanoparlante. Pero no vine a eso. Está lleno de cronistas con una flor estilográfica en el ojal mezquino de la solapa. No vine a cantar ladies and gentlemen; pero igual me canta, señora mía. No sé a lo que vine a este concierto, pero llegué. Y me salió la letra como un estilete. Más bien sin letra, como una prolongación de mi mano el gruñido la llora. Parecen gemidos de hembra cobarde, dijeron por ahí los escritores del culebrón derechista. Llegué a la escritura sin quererlo, iba para otro lado, quería ser cantora, trapecista o una india pájara trinándole al ocaso. Pero la lengua se me enroscó de impotencia y en vez de claridad o emoción letrada produje una jungla de ruidos. No fui musiquera, ni le canté al oído de la trascendencia para que me recordara a la diestra del paraíso neoliberal. Mi padre se preguntaba por qué a mí me pagaban por escribir y a él nadie le remuneró ese esfuerzo. Aprendí a la fuerza, aprendí de grande, como dice Paquita La del Barrio; la letra no me fue fácil. Yo quería cantar y me daban palos ortográficos. Aprendí a arañazos la onomatopeya, la diéresis, la melopea y la tetona ortografía. Pero olvidé todo enseguida, me hacía mal tanta regla, tanto crucigrama del pensar escrito. Aprendía por hambre, por necesidad, por laburo, de cafiola, pero comenzaba a estar triste. Pude haber escrito como la gente y tener una letra preciosa, clarita, clarita como el agua que corre por los ríos del sur. Pero la urbe me hizo mal, la calle me maltrató, y el sexo con hache me escupió el esfínter. Digo podría, pero sé bien que no pude, me faltó rigurosidad y me ganó la farra, el embrujo sórdido del amor mentido. Y creí como una tonta, como una perra lacia me dejé embaucar por alegorías barrocas y palabreríos que sonaban tan relindos. Pudiste ser otro, me dijeron los maestros con sus babas mojándoles los pelos de profetas. A pesar de todo aprendí, pero la tristeza caía sobre mí como un manto culto. No fui cantor, les repito, pero la música fue el único tecnicolor de mi biografía descompuesta”.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Clarice Lispector Entre la Pasión y el Misterio - María Leonor Baquerizo

Una de las primeras escritoras en manejar el trabajo del desplazamiento del sujeto dentro de una perspectiva femenina, es Clarice Lispector. 
En su ensayo “La explicación que no explica” la autora dice de si misma: “nací para escribir. La palabra es mi dominio sobre el mundo”, y podría decir que a través de su escritura, ha ido demostrando este dominio. Lispector crea un mundo que existe en la medida en que el discurso se va dando; en el cual las sensaciones cobran un peso mayor a cualquier acción a partir de un mínimo instante, y es desde esa otra mirada, el momento en que el lenguaje cobra vida. Es este lenguaje figurado que inventa el nivel de lo real, que arrastra al lector a ser parte del mismo. 

En su novela “La pasión según G.H.” publicada en 1964; en la que a partir de un hecho cotidiano, en un domingo cualquiera, una mujer algo frívola, siguiendo la línea de su vida organizada, decide poner orden en su casa. Tendría el día que le tocaba vivir: pesado, bueno y vacío. Empezaría por el cuarto de la empleada, que había abandonado el trabajo el día anterior; el resto de la casa, era como su reflejo, por todos lados se leía un signo de elegancia. Al llegar a la parte de atrás, se para en la puerta y contempla una habitación con un orden tranquilo y vacío, lleno de claridad que contrasta con las penumbras de sus elegancias. Tanta luz y orden la perturban, y más aún cuando al mirar hacia la pared, ve un dibujo, de tamaño casi natural, una silueta esta dibujada con carboncillo: un hombre desnudo, de una mujer desnuda y de un perro que estaba más desnudo que un perro. – eso es lo que ella ve – la desnudez venía de la ausencia de todo lo que recubre: eran las siluetas de una desnudez vacía. Lo primero que haría sería borrar eso. Fastidiada porque todo esto le desprogramaba el día, mira dentro del armario, y ve una enorme cucaracha; con la cual tiene una extraña experiencia que le cambiara el resto de su vida. 
Este encuentro descoloca al personaje, G.H. se despoja metafóricamente de su forma humana, y utiliza este insecto como puente, encaminándose a un nivel más alto de conocimiento, donde logra desprenderse de su falsa identidad. Para esta comunicación, necesita vaciarse por completo, romper su envoltura, morir para vivir. Vivir es ver, morir es ver. Ese mirar hacia adentro, mirar hacia las entrelíneas que nadie lee. Así, a partir de este encuentro, se da un monólogo interior, la autora con un lenguaje sencillo maneja con total libertad las palabras, torna su discurso en único, este fluir irracional con esa necesidad de ser, de sentir, en una unión mística que la libera, donde se da una metamorfosis interna. Se da una comunión entre lector narrador, entre Dios, los inicios y ella. 
Somos libres y este es el infierno (…) Me siento tan asustada cuando me doy cuenta de que durante horas he perdido mi formación humana (…) “Por el momento estoy inventando tu presencia,…Por el momento me aferro a ti, y tu vida desconocida y cálida que se convierte en mi única organización íntima (…) No estoy en situación de imaginar a una persona entera porque no soy una persona entera. Y ¿cómo imaginar un rostro si no sé que expresión de rostro necesito? 
A partir de la pérdida, va descubriendo una nueva dimensión, otro mundo, que necesita ponerlo en palabras para sentirlo, tocarlo y darlo a otros. 
Pero me asusté… nunca antes me había yo dejado llevar, a menos que supiese hacia qué (...) Perderse es ir hallando y no saber qué hacer con lo que se va descubriendo”… ¿Me sucedió algo que quizá, por el hecho de no saber cómo vivir, viví como si fuese otra cosa?... Voy a crear lo que me ha acontecido. Crear no es imaginación, es correr el gran riesgo de acceder a la realidad. 

G. H., personaje sin nombre, vacía; juega con la polaridad, el vacío y el todo. Con una vida llena de comodidad, y enmarcada en lo bello, lo útil, lo cómodo, en esto entraba no pensar, si pensaba, podía ver. Escultora, creadora de formas a su antojo. Igual que las máscaras que usaba para los diferentes rituales cotidianos, se desconocía y se reconocía en las iniciales de las maletas de cuero; “me trato como las personas me tratan, soy aquello que los demás ven en mí (…) Actúo como lo que se denomina una persona realizada (…) Yo era la imagen de lo que no era, y esa imagen de no ser me colmaba por completo (…) Esa mujer. G.H. en el cuero de las maletas, era yo; soy yo.” 
Es frecuente encontrar una soledad muy grande en los personajes de Clarice Lispector, y G.H. no es la excepción, la autora nos trasmite en su discurso, esa conciencia de infelicidad, que se vuelve visible, palpable, y va transformando en la medida en que G.H. se mira en el rostro de la cucaracha. Se ve y ve a la humanidad. Por eso detesta esos animales, por ser tan obsoleta y a la vez tan actual, la miniatura de un animal gigantesco, como las llamaba. Gigantesco, como lo que ella guarda dentro de si, como todo lo que cubre; una niñez pobre, donde compartía con chinches, goteras, cucarachas y ratones; un embarazo interrumpido, todo sepultado y enmascarado en una mujer feliz. Una vida en un departamento de lujo, como ella, el apartamento tiene penumbras y luces húmedas, dice Clarice en la novela. Por eso luz hiere, y aquel dibujo, la silueta perfilada, desnuda, mirándola, juzgándola. Prisionera dentro de su libertad, no sabía si era ella el reflejo de ese dibujo, o el dibujo era el reflejo de ella, como mirarse en un espejo, y saberlo vacío. Se perdía en aquella habitación en la que no deseaba estar. 
No era yo quien rechazaba la habitación, la habitación, con su cucaracha secreta, me rechazaba. …después me había inmovilizado el lenguaje brutal en la pared (…) Un ojo vigilaba mi vida, y ese ojo era probablemente lo que yo llamaba ora verdad, ora moral, ora ley humana, ora Dios, ora yo. Vivía yo de tal suerte dentro de un espejo. 
“Cómo explicar, sino que estaba ocurriendo algo incomprensible. ¡Qué le ocurriría a la G.H. del cuero de las maleta? (…) Atrapada ahí dentro de una trama de vacíos (…) me parecía haber entrado en nada 
G.H., al igual que los otros personajes de sus diferentes obras, está en la búsqueda del sentido de la vida, de ese misterio que rodea al hombre. Aquí G.H., como expiación comerá de la materia prima de la vida, para liberar y quedar libre de culpa al descubrir su esencia más allá del disfraz humano: “Lo que yo veía era la vida mirándome. Cómo llamar de otro modo a aquello horrible y crudo, materia prima y plasma seco, que estaba allí, mientras yo retrocedía hacia dentro de mi en nausea seca, yo cayendo siglos y siglos en el lodo – era lodo y ni siquiera lodo ya seco sino lodo aún húmedo y aún vivo, era un lodo donde se movían con lentitud insoportable las raíces de mi identidad … Por un instante, entonces, sentí una especie de excitada felicidad por todo el cuerpo, un horrible malestar feliz en el que las piernas me parecía que se hundían, como siempre que eran tocadas por las raíces de mi identidad desconocida 
La deuda está saldada, la de todas las mujeres y la de todos los hombres, para que se pudieran reconocer bajo cualquier disfraz. 
Esa es la pasión de G.H., padece como en la pasión de Cristo: sigue un calvario, hasta llegar al final y comer el cuerpo del otro, comer es morir, morir es vivir, libre de esa falsa moral que condena. 
Se acepta nuestra condición como la única posible, ya que ella es la que existe, y no otra. Y ya que vivirla es nuestra pasión. La condición humana es la pasión de Cristo. (… ) ¿Soy moral en la medida en que hago lo que debo y siento como debería? 
La voz narrativa pone la pregunta frente al lector que en todo momento ha ido de la mano de la narradora. Vivimos en una libertad que condena, “cuan presa he debido vivir para sentirme ahora más libre”, miramos sin ver, escuchamos sin oír, avanzamos muchas veces sin forma por cualquier camino. 
En un día cualquiera se presenta frente a nosotros este personaje, con una necesidad tan grande de silencio y a la vez de expresarse; habla con todo los signos y nos comunica todos sus movimientos. 

Gianni Vattimo, en “La voluntad de poder como arte” dice, “El artista pertenece a una raza aún más fuerte. Aquello que para nosotros ya seria nocivo, morboso, en él es naturaleza. Todo arte opera como sugestión sobre los músculos y los sentidos 
Aproximarnos a la escritura de Clarice es convertirse en parte de ese texto donde lo impensable puede ser pensado, es entrar en otra realidad donde el lenguaje se vuelve infinito y está siempre en presente. 
estoy buscando (…) la aterradora libertad que puede destruirme. … en la confirmación de mi perdería el mundo tal como lo tenía, y sé que no tengo capacidad para otro.” “Necesito aferrarme a esta mano tuya, aunque no consiga inventar tu rostro, ni tus ojos, ni tu boca. …perdona que te dé esto, mano que aferro (…) Dame tu mano. Porque no sé de que estoy hablando. Siento que he inventado todo. Nada de eso existió… 

Al final de la obra el lector respira, el personaje recupera su forma, ha contemplado a Dios, a la vida, a la muerte, ha contemplado el mundo. La palabra con su misterio, se torna poderosa, engrandece al lector, engrandece al narrador, “Por fin mi envoltura se había roto realmente, y yo era ilimitado. Por no ser, yo era. (…) ¿Cómo podré hablar sin que la palabra mienta por mí? ¿Cómo podré decir, sino tímidamente: la vida me es, y no comprendo lo que digo. Y entonces adoro… 

Elena Losada crítica española, en su ensayo La palabra rigurosa, se refiere de esta manera sobre la escritura de Clarice Lispector, cito “La palabra de C.L. es rigurosa porque debe traducir con un medio limitado algo que es mucho más grande que el lenguaje. Debe traducir el misterio y lo que carece de nombre, debe expresar con términos racionales lo que la mirada percibió más allá, debe ser capaz de fijar el instante y el acto ínfimo que está en el origen de todo 
“La pasión según G.H. es también una critica a la sociedad brasilera, a la religión, cuestiona qué es realmente la moral. 
Clarice Lispector utiliza el lenguaje en toda su dimensión, crea una escritura viva, donde muchas veces lo que parece no tener sentido es lo que hace prevalecer el instante. No hay límites a la hora de escribir, utiliza un juego de palabras, donde siempre encontraremos sus expresiones contrastantes que mantienen una tensión equilibrada, involucrando en todo momento al lector. Celebro que sus textos hayan llegado a mis manos. 

Fragm. Aprendizaje o el Libro de los Placeres - Clarice Lispector

Pero mira a tu alrededor y ve lo que hemos hecho de nosotros y de eso considerado como victoria nuestra de cada día. No hemos amado por encima de todas las cosas. No hemos aceptado lo que no se entiende porque no queremos pasar por tontos. Hemos amontonado cosas y seguridades por no tenernos el uno al otro. No tenemos ninguna alegría que no haya sido catalogada. Hemos construido catedrales y nos hemos quedado del lado de afuera, pues las catedrales que nosotros mismos construimos tememos que sean trampas. No nos hemos entregado a nosotros mismos, pues eso sería el comienzo de una vida larga y la tememos. Hemos evitado caer de rodillas delante del primero de nosotros que por amor diga: tienes miedo. Hemos organizado asociaciones y clubs sonrientes donde se sirve con o sin soda. Hemos tratado de salvarnos, pero sin usar la palabra salvación para no avergonzarnos de ser inocentes. No hemos usado la palabra amor para no tener que reconocer su contextura de odio, de amor, de celos y de tantos otros opuestos. Hemos mantenido en secreto nuestra muerte para hacer posible nuestra vida. Muchos de nosotros hacen arte por no saber cómo es la otra cosa. Hemos disfrazado con falso amor nuestra indiferencia, sabiendo que nuestra indiferencia es angustia disfrazada. Hemos disfrazado con el pequeño miedo el gran miedo mayor y por eso nunca hablamos de lo que realmente importa. Hablar de lo que realmente importa es considerado una indiscreción. No hemos adorado por tener la sensata mezquindad de acordarnos a tiempo de los falsos dioses. No hemos sido puros e ingenuos para no reírnos de nosotros mismos y para que al fin del día podamos decir “al menos no fui tonto” y así no quedarnos perplejos antes de apagar la luz. Hemos sonreído en público de lo que no sonreiríamos cuando nos quedásemos solos. Hemos llamado debilidad a nuestro candor. Nos hemos temido uno al otro, por encima de todo. Y todo eso lo consideramos victoria nuestra de cada día.

viernes, 17 de diciembre de 2010

Fragm. Zona de Clivaje - Liliana Heker


-¿Tenés frío? - le pregunta.
Y éste es el abrigado territorio de las palabras. Algo parecido a la dicha empieza a aletear en el cuerpo de Irene.
-No, no tengo frío -y la asombra su propia voz, el tono de su voz, baja y un poco ronca. Esto que impremeditadamente ella ha aprendido.
-Tenés que aprender muchas cosas -dice él, y le saca el pelo de la cara.
-Tiempo al tiempo -dice Irene.
¿Acaso su voz no ha empezado a ser sabia? Piano, piano, professore, nadie le había dicho a Irene que también el amor es un aprendizaje.
-Claro que sí -dice él-. Nos queda toda la vida por delante.
La noche se ilumina y estalla. Las palabras son incorpóreas y no le dan miedo. Ahora, mientras caminan muy juntos por la calle, el beso de él es sólo un recuerdo, algo que ya está para siempre instalado en su pasado, y que la transforma. Atención, caminantes, que ven pasar como si tal cosa al treintañero y la doncella. No los miren tan frescos. Vuelvan la cabeza, tápense los ojos, ruborícense, escandalícense, envídienlos. Esto que ahora empieza es una historia de amor.

jueves, 9 de diciembre de 2010

Análisis Tardío - Pier Paolo Pasolini

Sé bien, sé bien que estoy en el fondo de la fosa;
que todo aquello que toco ya lo he tocado;
que soy prisionero de un interés indecente;
que cada convalecencia es una recaída;
que las aguas están estancadas y todo tiene sabor a viejo;
que también el humorismo forma parte del bloque inamovible;
que no hago otra cosa que reducir lo nuevo a lo antiguo;
que no intento todavía reconocer quién soy;
que he perdido hasta la antigua paciencia de orfebre;
que la vejez hace resaltar por impaciencia sólo las miserias;
que no saldré nunca de aquí por más que sonría;
que doy vueltas de un lado a otro por la tierra como una bestia enjaulada;
que de tantas cuerdas que tengo he terminado por tirar de una sola;
que me gusta embarrarme porque el barro es materia pobre y por lo tanto pura;
que adoro la luz sólo si no ofrece esperanza.

sábado, 4 de diciembre de 2010

Licantropia Contemporánea - Louis Aragon

El grado más alto de la tristeza tanto puede ser
un general ciego mendigando a través de las islas
como hacia las 3 de la mañana la avenida de la Ópera
No hay límites para la melancolía humana
Se cuenta siempre con una piedra para colocar sobre la pirámide de las lágrimas
Estáis seguros de padecer tanto como una mujer estrangulada
en el momento en que ella sabe que todo ha terminado y desea acabar
Estáis seguros de que no valdría más
ser estrangulado si uno piensa en los cuchillos de las horas que se acercan
Desde hace tiempo vivo mi último minuto
La arena que mastico es la de una agonía invisible y perpetua
Las llamas que hago recortar de tiempo en tiempo por el peluquero
son las únicas en delatar el negro infierno interior que me habita
Como cuerpos privados de sepultura
los hombres se pasean por el jardín de mi mirada
Soñadores inexplicables
o soy el único a quien golpea una mano desecada
en este desierto poblado entre estas flores áridas

Amo y soy amado Nada nos separa
Por qué entonces estar triste en el corazón espléndido del amor
El mundo sacude su estúpida cabeza Sabelotodo
Amo aunque la vida sea mortalmente intolerable
Amo aunque luego me vea obligado a aullar
Detrás de mí arrastro el manto fantasmal de las intenciones ocultas
Una cadena de perfeccionamientos del dolor moral
suena a mis pies espantosamente desdichados
Amo y nos amamos pero en medio de un naufragio
pero en la punta de un puñal y no puedo
no puedo soportar el mal que esto ha de hacerte
Tus ojos tus ojos amor mío desorbitados por todo lo que sea placer
Que me arranquen el corazón con tenazas
que terminen con mi cabeza que se despega
Bebo una leche como tinta y la hora del mediodía
se parece al carbón de los pantanos
donde se marchita el Sphagnum al que tomo por mi imagen en los espejos
Yo amo Yo te amo pero
en la cala de un barco en el instante de dar el salto Impaciencia
Innoble impaciencia de saber si eso podrá soportarse

Es probable que todos me juzguen un criminal
guiándose sólo por las debilidades y el aspecto
Ese hombre que según los diarios de la mañana decapitó a su amante
mientras dormía a su lado sollozó en el juzgado
La había asesinado en el cuarto después
en el sótano primero con un cuchillo luego con una sierra
separó la cabeza adorable para poner
el cuerpo en una bolsa lamentablemente algo pequeña
Sollozó en el juzgado
No somos acaso parecidos a las palmas
que crecen unidas florecen y fructifican
para dar una imagen del amor perfecto
El otoño llega con las manos llenas de ilusiones resplandecientes
Qué crimen es ese que me hace sollozar
Mirad mi amor está vivo Muéstrate querida mía
Nada podréis probar La coartada verde como una floresta
Se extiende por el horizonte donde graznan inútilmente los cuervos
Sin embargo en cada árbol hay un ahorcado que se balancea
en cada hoja una mancha de sangre

Qué puede haber peor que el cielo al amanecer o el betún de la tarde
Qué es eso que me impide morder a los paseantes en los bulevares
La amargura que siento crecer en mí puede ser el primer  torrente de un diluvio
a cuyo lado el otro parece un vulgar desborde de cloacas
Recuerdo que en mil quinientos cuarenta y uno
cerca de Pavía
cuando me apresaron en la campiña por donde deambulaba
víctima de los primeros efectos del mal
los campesinos no quisieron creerme cuando les dije la verdad
Rehusaron tomarme por lobo furioso
a causa de mi piel humana y Santos Tomases
eternos de la ciencia experimental
cuando les confesé que mi piel lupina estaba oculta
entre pellejo y carne
con sus puñales me hicieron tajos en los miembros y el cuerpo
para verificar mis melancólicas afirmaciones
no me tocaron la cara
espantados por la atroz poesía de mis rasgos

Qué es eso que me impulsa a aullar en las tumbas
qué es eso que me obliga a escarbar irresistiblemente en el polvo
donde duermen los enamorados en descomposición
Qué vas tú a exhumar como si la luz viviente
no tuviera bastante con las heridas de los vivos
Dadme el lenguaje tenebroso de los ajusticiados en la silla eléctrica
el vocabulario último de los guillotinados
La existencia es un ojo reventado Que se me entienda
bien un ojo que hacen reventar a cada instante
el harakiri sin fin Me enfurezco
al ver la calma idiota con que reciben mis gritos
Por eso quiero sacar de las fosas hipócritas
a los fallecidos de muerte violenta con sus pupilas horrorizadas
quiero desterrar a las víctimas de las catástrofes
cuyos esqueletos conservan las posturas del terror
que se adaptan maravillosamente a estos días que corren

Decía precisamente mi vecina que hay
gentes que se tiran al agua
Si soy una bestia babosa a quien el asco del mundo
hace babear sería muy fácil acabar con todo
amor mío amor mío oyes esta blasfemia
No es la palidez del amor no es la palidez de la muerte
sino la de los lobos ésta que hay en mi rostro
No puedo morir a causa de esta flor inmensa
cuyo cáliz no puedo soportar que se cierre
Se ha logrado un notable progreso en materia de torturas
sobre el cobayo que soy
sobre el cobayo salvaje que soy las dos manos
atrapadas en dos puertas
el amor la muerte
y unos hércules abstractos se apoyan sobre las dos puertas
con la tranquila seguridad de un número de music-hall
ejecutado sin ningún esfuerzo aparente
Cómo nunca notaste que mis besos se parecían a las palabras sacrílegas
que son todo lo que queda por decir a los esclavos descuartizados
Cómo nunca notaste que te amo en el instante mismo en me matan
que es siempre la última vez que gozo abominablemente en tus brazos
Tus brazos tan bellos que ahí está justamente
ahí está lo más terrible

Todo tendrá que acabar de modo salvaje
Yo te perteneceré haré arrojar a tu amante a las fieras
O lo haré examinar con engaños por un médico alienista
o bien lo mataré fríamente
amor mío
durante su sueño mientras yace pálido y desnudo
mientras los lobos surgen en torno de los cementerios donde duermen
los bellos días que pasamos juntos amor mío.

De Persécuté Persécuteur

Versión de Aldo Pellegrini