miércoles, 22 de diciembre de 2010

Clarice Lispector Entre la Pasión y el Misterio - María Leonor Baquerizo

Una de las primeras escritoras en manejar el trabajo del desplazamiento del sujeto dentro de una perspectiva femenina, es Clarice Lispector. 
En su ensayo “La explicación que no explica” la autora dice de si misma: “nací para escribir. La palabra es mi dominio sobre el mundo”, y podría decir que a través de su escritura, ha ido demostrando este dominio. Lispector crea un mundo que existe en la medida en que el discurso se va dando; en el cual las sensaciones cobran un peso mayor a cualquier acción a partir de un mínimo instante, y es desde esa otra mirada, el momento en que el lenguaje cobra vida. Es este lenguaje figurado que inventa el nivel de lo real, que arrastra al lector a ser parte del mismo. 

En su novela “La pasión según G.H.” publicada en 1964; en la que a partir de un hecho cotidiano, en un domingo cualquiera, una mujer algo frívola, siguiendo la línea de su vida organizada, decide poner orden en su casa. Tendría el día que le tocaba vivir: pesado, bueno y vacío. Empezaría por el cuarto de la empleada, que había abandonado el trabajo el día anterior; el resto de la casa, era como su reflejo, por todos lados se leía un signo de elegancia. Al llegar a la parte de atrás, se para en la puerta y contempla una habitación con un orden tranquilo y vacío, lleno de claridad que contrasta con las penumbras de sus elegancias. Tanta luz y orden la perturban, y más aún cuando al mirar hacia la pared, ve un dibujo, de tamaño casi natural, una silueta esta dibujada con carboncillo: un hombre desnudo, de una mujer desnuda y de un perro que estaba más desnudo que un perro. – eso es lo que ella ve – la desnudez venía de la ausencia de todo lo que recubre: eran las siluetas de una desnudez vacía. Lo primero que haría sería borrar eso. Fastidiada porque todo esto le desprogramaba el día, mira dentro del armario, y ve una enorme cucaracha; con la cual tiene una extraña experiencia que le cambiara el resto de su vida. 
Este encuentro descoloca al personaje, G.H. se despoja metafóricamente de su forma humana, y utiliza este insecto como puente, encaminándose a un nivel más alto de conocimiento, donde logra desprenderse de su falsa identidad. Para esta comunicación, necesita vaciarse por completo, romper su envoltura, morir para vivir. Vivir es ver, morir es ver. Ese mirar hacia adentro, mirar hacia las entrelíneas que nadie lee. Así, a partir de este encuentro, se da un monólogo interior, la autora con un lenguaje sencillo maneja con total libertad las palabras, torna su discurso en único, este fluir irracional con esa necesidad de ser, de sentir, en una unión mística que la libera, donde se da una metamorfosis interna. Se da una comunión entre lector narrador, entre Dios, los inicios y ella. 
Somos libres y este es el infierno (…) Me siento tan asustada cuando me doy cuenta de que durante horas he perdido mi formación humana (…) “Por el momento estoy inventando tu presencia,…Por el momento me aferro a ti, y tu vida desconocida y cálida que se convierte en mi única organización íntima (…) No estoy en situación de imaginar a una persona entera porque no soy una persona entera. Y ¿cómo imaginar un rostro si no sé que expresión de rostro necesito? 
A partir de la pérdida, va descubriendo una nueva dimensión, otro mundo, que necesita ponerlo en palabras para sentirlo, tocarlo y darlo a otros. 
Pero me asusté… nunca antes me había yo dejado llevar, a menos que supiese hacia qué (...) Perderse es ir hallando y no saber qué hacer con lo que se va descubriendo”… ¿Me sucedió algo que quizá, por el hecho de no saber cómo vivir, viví como si fuese otra cosa?... Voy a crear lo que me ha acontecido. Crear no es imaginación, es correr el gran riesgo de acceder a la realidad. 

G. H., personaje sin nombre, vacía; juega con la polaridad, el vacío y el todo. Con una vida llena de comodidad, y enmarcada en lo bello, lo útil, lo cómodo, en esto entraba no pensar, si pensaba, podía ver. Escultora, creadora de formas a su antojo. Igual que las máscaras que usaba para los diferentes rituales cotidianos, se desconocía y se reconocía en las iniciales de las maletas de cuero; “me trato como las personas me tratan, soy aquello que los demás ven en mí (…) Actúo como lo que se denomina una persona realizada (…) Yo era la imagen de lo que no era, y esa imagen de no ser me colmaba por completo (…) Esa mujer. G.H. en el cuero de las maletas, era yo; soy yo.” 
Es frecuente encontrar una soledad muy grande en los personajes de Clarice Lispector, y G.H. no es la excepción, la autora nos trasmite en su discurso, esa conciencia de infelicidad, que se vuelve visible, palpable, y va transformando en la medida en que G.H. se mira en el rostro de la cucaracha. Se ve y ve a la humanidad. Por eso detesta esos animales, por ser tan obsoleta y a la vez tan actual, la miniatura de un animal gigantesco, como las llamaba. Gigantesco, como lo que ella guarda dentro de si, como todo lo que cubre; una niñez pobre, donde compartía con chinches, goteras, cucarachas y ratones; un embarazo interrumpido, todo sepultado y enmascarado en una mujer feliz. Una vida en un departamento de lujo, como ella, el apartamento tiene penumbras y luces húmedas, dice Clarice en la novela. Por eso luz hiere, y aquel dibujo, la silueta perfilada, desnuda, mirándola, juzgándola. Prisionera dentro de su libertad, no sabía si era ella el reflejo de ese dibujo, o el dibujo era el reflejo de ella, como mirarse en un espejo, y saberlo vacío. Se perdía en aquella habitación en la que no deseaba estar. 
No era yo quien rechazaba la habitación, la habitación, con su cucaracha secreta, me rechazaba. …después me había inmovilizado el lenguaje brutal en la pared (…) Un ojo vigilaba mi vida, y ese ojo era probablemente lo que yo llamaba ora verdad, ora moral, ora ley humana, ora Dios, ora yo. Vivía yo de tal suerte dentro de un espejo. 
“Cómo explicar, sino que estaba ocurriendo algo incomprensible. ¡Qué le ocurriría a la G.H. del cuero de las maleta? (…) Atrapada ahí dentro de una trama de vacíos (…) me parecía haber entrado en nada 
G.H., al igual que los otros personajes de sus diferentes obras, está en la búsqueda del sentido de la vida, de ese misterio que rodea al hombre. Aquí G.H., como expiación comerá de la materia prima de la vida, para liberar y quedar libre de culpa al descubrir su esencia más allá del disfraz humano: “Lo que yo veía era la vida mirándome. Cómo llamar de otro modo a aquello horrible y crudo, materia prima y plasma seco, que estaba allí, mientras yo retrocedía hacia dentro de mi en nausea seca, yo cayendo siglos y siglos en el lodo – era lodo y ni siquiera lodo ya seco sino lodo aún húmedo y aún vivo, era un lodo donde se movían con lentitud insoportable las raíces de mi identidad … Por un instante, entonces, sentí una especie de excitada felicidad por todo el cuerpo, un horrible malestar feliz en el que las piernas me parecía que se hundían, como siempre que eran tocadas por las raíces de mi identidad desconocida 
La deuda está saldada, la de todas las mujeres y la de todos los hombres, para que se pudieran reconocer bajo cualquier disfraz. 
Esa es la pasión de G.H., padece como en la pasión de Cristo: sigue un calvario, hasta llegar al final y comer el cuerpo del otro, comer es morir, morir es vivir, libre de esa falsa moral que condena. 
Se acepta nuestra condición como la única posible, ya que ella es la que existe, y no otra. Y ya que vivirla es nuestra pasión. La condición humana es la pasión de Cristo. (… ) ¿Soy moral en la medida en que hago lo que debo y siento como debería? 
La voz narrativa pone la pregunta frente al lector que en todo momento ha ido de la mano de la narradora. Vivimos en una libertad que condena, “cuan presa he debido vivir para sentirme ahora más libre”, miramos sin ver, escuchamos sin oír, avanzamos muchas veces sin forma por cualquier camino. 
En un día cualquiera se presenta frente a nosotros este personaje, con una necesidad tan grande de silencio y a la vez de expresarse; habla con todo los signos y nos comunica todos sus movimientos. 

Gianni Vattimo, en “La voluntad de poder como arte” dice, “El artista pertenece a una raza aún más fuerte. Aquello que para nosotros ya seria nocivo, morboso, en él es naturaleza. Todo arte opera como sugestión sobre los músculos y los sentidos 
Aproximarnos a la escritura de Clarice es convertirse en parte de ese texto donde lo impensable puede ser pensado, es entrar en otra realidad donde el lenguaje se vuelve infinito y está siempre en presente. 
estoy buscando (…) la aterradora libertad que puede destruirme. … en la confirmación de mi perdería el mundo tal como lo tenía, y sé que no tengo capacidad para otro.” “Necesito aferrarme a esta mano tuya, aunque no consiga inventar tu rostro, ni tus ojos, ni tu boca. …perdona que te dé esto, mano que aferro (…) Dame tu mano. Porque no sé de que estoy hablando. Siento que he inventado todo. Nada de eso existió… 

Al final de la obra el lector respira, el personaje recupera su forma, ha contemplado a Dios, a la vida, a la muerte, ha contemplado el mundo. La palabra con su misterio, se torna poderosa, engrandece al lector, engrandece al narrador, “Por fin mi envoltura se había roto realmente, y yo era ilimitado. Por no ser, yo era. (…) ¿Cómo podré hablar sin que la palabra mienta por mí? ¿Cómo podré decir, sino tímidamente: la vida me es, y no comprendo lo que digo. Y entonces adoro… 

Elena Losada crítica española, en su ensayo La palabra rigurosa, se refiere de esta manera sobre la escritura de Clarice Lispector, cito “La palabra de C.L. es rigurosa porque debe traducir con un medio limitado algo que es mucho más grande que el lenguaje. Debe traducir el misterio y lo que carece de nombre, debe expresar con términos racionales lo que la mirada percibió más allá, debe ser capaz de fijar el instante y el acto ínfimo que está en el origen de todo 
“La pasión según G.H. es también una critica a la sociedad brasilera, a la religión, cuestiona qué es realmente la moral. 
Clarice Lispector utiliza el lenguaje en toda su dimensión, crea una escritura viva, donde muchas veces lo que parece no tener sentido es lo que hace prevalecer el instante. No hay límites a la hora de escribir, utiliza un juego de palabras, donde siempre encontraremos sus expresiones contrastantes que mantienen una tensión equilibrada, involucrando en todo momento al lector. Celebro que sus textos hayan llegado a mis manos. 

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