sábado, 19 de noviembre de 2011

Carta a Raja Rao - Czeslaw Milosz


Raja Rao, cómo quisiera saber
la causa de esta enfermedad.

Por años no pude aceptar
que el sitio en que estaba era mi sitio.
En otra parte estaba mi lugar.

La ciudad, los árboles,
las bocas de los hombres,
no eran, no estaban.
Vivía en un perpetuo irme.

En algún lado había una ciudad real,
árboles reales, voces, amistad, amor, presencias.

Atribuye, si quieres, este caso peculiar,
al borde de la esquizofrenia,
a la mesiánica esperanza
de mi civilización.

Infeliz bajo la tiranía,
infeliz en la república:
en una, suspiraba por la libertad,
en otra, por el fin de la corrupción.

Construía en mi alma una ciudad,
permanente, la prisa desterrada.

Al fin aprendí a decir: ésta es mi casa,
aquí ante la lumbre del crepúsculo marina,
en esta orilla frente a la orilla de tu Asia,
en esta república moderadamente corrompida.

Raja, nada de esto me ha curado
de mi pecado, de mi vergüenza.
La vergüenza de no ser
aquel que pude ser.

La imagen de mi ser
crece gigantesca en el muro
y aplasta mi sombra miserable.

Por eso creo en el Pecado Original,
que no es nada sino la primera
victoria sobre el yo.

«Atormentado por el yo y por él engañado»:
te doy, ya ves, un fácil argumento.

Te oí hablar de la liberación:
idéntica a la de Sócrates
la sabiduría de tu guru.

No, Raja, yo debo empezar
desde lo que soy.
Soy los monstruos que habitan mis sueños,
los monstruos que me enseñan quién soy yo.

Si estoy enfermo, ¿quién puede decir
que el hombre es una criatura sana?

Grecia tenía que perder, su pura inocencia
tenía que hacer más intensa nuestra agonía.

Necesitábamos a un Dios que nos amase,
no en la gloria de la beatitud: en nuestra flaqueza.

No hay alivio, Raja,
mi suerte es agonía y pelea,
abyección, amor y odio a mí mismo:
orar por el Reino y leer a Pascal.

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