martes, 17 de noviembre de 2015

De "Rondó para Beverly" - John e Yves Berger


Mientras avanzas sin prisa, casi como en sueños, andas buscando un rastro, posible, pero nunca seguro. Un rastro que te conduzca a unos futuros alternativos, porque calladamente, sardónicamente, rechazas el presente estancado.
Tus pies y tus manos de exploradora saben reconocer el terreno. No malgastas las palabras; muchas veces lo dices todo con una breve sonrisa.
Siguiendo ese rastro, que cruza el presente, transportas lo que consideras que puede ser útil del pasado hacia un futuro desconocido, pero no por ello menos buscado. Y transportas esta herencia escogida entre los hombros como si fuera una ligera mochila. Parece que no pesa nada. Y en cuanto al futuro: ahí está, en el intercambio de miradas.

De Acuerdo - Ana María Rodas


...
Algún imbécil dijo
que el poeta es la clave del mundo.
¡Mentira!
A mi sólo me queda encogerme hacia dentro
y esperar
ciegamente
un sonido, una expresión cualquiera
y que alguien
donde quiera que esté
emita una señal diciéndome que existo.

viernes, 25 de septiembre de 2015

Amigo íntimo - María Beneyto


Y, con todo, ya veis, no tengo miedo.
Lo tuve, sí, lo tuve cuando era
la luna un círculo de luz helada,
el agua una llamada irresistible,
los árboles un grito monstruoso
de la tierra, y mis manos un extraño
temblor. Hoy no. Estoy libre, estoy atenta
a mis propias pisadas, que no evitan
tropezar con los huesos esparcidos
de la desolación que me rodea.
Estoy casi contenta de irme lejos,
acarreo abundancias abusivas,
enseres inservibles, semilleros
que tienen que brotar por el camino...
El miedo era un hermano muy pequeño
que había que cuidar de que pudiera
caerse y añadirse hasta volverse
un pánico feroz, era una leve
suavísima ternura, tan querida,
que había que cubrir hasta asfixiarla
para que no creciese más. (Su muerte
se duerme aquí en la mía de algún modo).
No tengo miedo, y por lograr ahora
la paz, me voy sin él. (Dadle una tierra
benigna a su cadáver, casi el mío).
Ya veis, por no tener, ya ni siquiera
tengo a mi amor de siempre, al pobre miedo
que tan fiel compañía dio a mi vida.

domingo, 24 de mayo de 2015

Fragm. del relato "La muerte de la crítica literaria" del libro Terrible Accidente del Alma. Guillermo Saccomanno.



Los idiotas piensan que la ficción puede ser una copia fiel de la realidad y que con poner helicópteros y marginales hambrientos, mostrándose espiritus sublimes, contribuyen con una denuncia social que conmoverá lectores tan sublimes como ellos. Odia a los escritores realistas. Odia que cultiven una beneficencia ideológica. Odia esas obras que se pretenden comprometidas. Porque los realistas se convencen a sí mismos de que la literatura sirve, tiene una utilidad, puede ser un arma, convertirse en una causa. Y, cuando se encuentran, estos plumíferos comentan con una pasión deportiva el malestar social. Ella los conoce bien: si uno de estos menesterosos que pululan por la terminal ingresara en sus vidas no tolerarían su olor y se lo quitarían de encima sin remilgos. Acá, en la terminal, entre los cuerpos y sus emanaciones, aturdiéndose con las músicas tropicales que brotan de los kioscos, sus ideas se vuelven punzantes, se robustece el desprecio que siente por los ingenuos que piensan que una novela, un cuento, un poema, harán de este mundo algo mejor. Este mundo donde se extingue una lengua cada tres o cuatro días y pronto la lengua hegemónica estará compuesta por gritos primales, este mundo, piensa, pronto dejará de existir. Nada ni nadie podrá impedirlo. Menos, una ficción. Sólo promulgando este principio de la realidad puede bajarles los humos a las vanidades literarias. El mundo, reflexiona, avanza a toda velocidad hacia su prehistoria.