domingo, 24 de mayo de 2015

Fragm. del relato "La muerte de la crítica literaria" del libro Terrible Accidente del Alma. Guillermo Saccomanno.



Los idiotas piensan que la ficción puede ser una copia fiel de la realidad y que con poner helicópteros y marginales hambrientos, mostrándose espiritus sublimes, contribuyen con una denuncia social que conmoverá lectores tan sublimes como ellos. Odia a los escritores realistas. Odia que cultiven una beneficencia ideológica. Odia esas obras que se pretenden comprometidas. Porque los realistas se convencen a sí mismos de que la literatura sirve, tiene una utilidad, puede ser un arma, convertirse en una causa. Y, cuando se encuentran, estos plumíferos comentan con una pasión deportiva el malestar social. Ella los conoce bien: si uno de estos menesterosos que pululan por la terminal ingresara en sus vidas no tolerarían su olor y se lo quitarían de encima sin remilgos. Acá, en la terminal, entre los cuerpos y sus emanaciones, aturdiéndose con las músicas tropicales que brotan de los kioscos, sus ideas se vuelven punzantes, se robustece el desprecio que siente por los ingenuos que piensan que una novela, un cuento, un poema, harán de este mundo algo mejor. Este mundo donde se extingue una lengua cada tres o cuatro días y pronto la lengua hegemónica estará compuesta por gritos primales, este mundo, piensa, pronto dejará de existir. Nada ni nadie podrá impedirlo. Menos, una ficción. Sólo promulgando este principio de la realidad puede bajarles los humos a las vanidades literarias. El mundo, reflexiona, avanza a toda velocidad hacia su prehistoria.

No hay comentarios:

Publicar un comentario